09/05/2011

El mundo

Opinión

De Osama a Obama: las dos caras del terrorismo

"La gran pregunta es: ¿Quién nos protege de los autoproclamados “cuidadores”?" Por Adrián Carlos Corbella.

La base principal de cualquier sistema democrático es la existencia de reglas de juego claras, conocidas y respetadas por todos. Los sistemas democráticos establecen una Constitución que fija esas reglas generales que deben cumplirse en todos los casos (y no sólo cuando a uno le conviene). El poder reside en el pueblo, que está representado en las asambleas legislativas, y elige a los demás funcionarios. Los tres poderes deben mantenerse separados, para evitar los abusos.

Estos principios se llevaron al sistema internacional, a la relación de los países entre sí. Y fue por iniciativa de los norteamericanos, del presidente Woodrow Wilson, que lanza hace casi 100 años la idea de la Sociedad de Naciones, de una asociación de países que debían discutir y resolver pacíficamente sus controversias. Y si bien ese organismo terminó siendo mucho menos de lo que Wilson esperaba, al punto de que los norteamericanos no quisieron entrar en el mismo, el principio rector era claro.
La misma idea nodal sustenta organismos que juzgan la violación de derechos fundamentales de los seres humanos, como el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya.
La misma idea llevó sobre el final de la Segunda Guerra Mundial a organizar las Naciones Unidas.
La misma idea permitió realizar los Juicios de Nüremberg …

En teoría al menos, la sociedad internacional se rige por reglas que , al igual que hacen las constituciones de los países, fijan normas igualitarias y bloquean los abusos de los más poderosos.

Dijimos en teoría, porque la práctica es distinta. El Imperio no acepta limitaciones, ejerce ilimitadamente un poder enorme, un poder casi omnímodo; el Imperio es la ley, hace la ley sobre la marcha, según las necesidades del momento, y la aplica hacia atrás …

El Imperio hace los que sea necesario para cumplir con sus objetivos, como dijo hace poco el propio presidente norteamericano …

Los Estados Unidos de América se han resistido a firmar cuanto acuerdo internacional ponía límites al “libre” accionar de los Estados –a la vez que pretenden que los demás los firmen-. Desde la no proliferación nuclear hasta acuerdos ambientales ; desde la prohibición de la tortura hasta pedir la extraterritorialidad de las tropas norteamericanas que actúan en territorio extranjero.

El mayor poder del mundo, el poder cuyo gasto militar supera al de los demás países del mundo sumados, actúa sin leyes, sin reglas, sin limitaciones, con el único límite de la “ética” imperial y el “libre albedrío” imperial…

¿Aceptarían los democráticos norteamericanos vivir en un país donde la Constitución fuera aplicable a todo el mundo, excepto a los más poderosos, o a los gobernantes? … ¿Considerarían justo y democrático un sistema de esas características? … No es necesario esperar la respuesta, porque ya la sabemos …

El terrorismo es una forma execrable de lucha político-militar. Es totalmente inaceptable porque afecta la vida de inocentes. Y es perfectamente justo que los dirigentes, e incluso los integrantes, de una asociación terrorista –y Al Qaeda lo es- sean llevados ante los tribunales internacionales que corresponda.

Y en ese juicio deberían respetarse los principios que los norteamericanos nos han enseñado en sus muy interesantes películas : “Todo hombre es inocente hasta que se demuestre lo contrario” ; “si existe una duda razonable sobre la culpabilidad de una persona, es preferible dejar libre a un culpable, antes que condenar a un inocente”…

La acción de los Estados Unidos tiene poco que ver con éstos o con cualquier otro principio de tipo democrático. Tiene poco que ver con cualquier accionar regulado, basado en “reglas”, democráticas o no.

El ingreso de un “escuadrón de la muerte” a un estado soberano, para colmo aliado de los EE.UU., violando dicha soberanía ; la ejecución sin juicio previo y en secreto de una persona, por más Osama Bin Laden que sea ; la desaparición del cadáver, robado a sus deudos, que no son culpables de nada ; ... todos éstos son actos que difícilmente puedan calificarse de otra manera que como “terrorismo de estado”.

Y, si existe un pueblo en el mundo que tenga conciencia de las horripilantes consecuencias de un accionar de ese tipo, ese pueblo somos los argentinos.

Todos queremos vivir en un mundo en paz. Todos queremos un mundo más justo. Todos ansiamos la democracia y el respeto a las personas en toda su diversidad. Todos deseamos que esos principios sean defendidos, cuidados …

La gran pregunta es: ¿Quién nos protege de los autoproclamados “cuidadores”?

Realmente, con amigos así, la democracia no necesita enemigos …

 

Adrián Carlos Corbella

adriancorbella.blogspot.com

 


 




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