30/08/2016

El mundo

Comienza en el Congreso de Brasil la votación para desplazar a Dilma

Este viernes tanto la defensa como la acusación de la Presidenta suspendida, darán sus motivos y luego votarán los Senadores.

La presidenta de Brasil, suspendida de su cargo, Dilma Rousseff estuvo el lunes pasado en el Congreso para realizar una defensa detallada ante las acusaciones de defraudación fiscal de los que se la acusa.

 

A media mañana, Dilma ingresó a la sede del Legislativo nacional acompañada del ex presidente Lula da Silva quien, una vez dentro del Congreso, ocupó un lugar en la galería del pleno junto a los más de treinta invitados entre los que estaban los presidentes del PT y del PCdoB, gran parte de sus ministros y referentes de la cultura nacional como Chico Buarque.

 

En un discurso que duró poco más de media hora, la presidenta -suspendida en funciones desde mayo pasado- sostuvo que sin pruebas que acrediten su responsabilidad en el mal manejo de las cuentas públicas, no existe crimen ni culpabilidad que justifique su desplazamiento. "Las acusaciones en mi contra son meros pretextos para derrumbar, por medio de un proceso de impeachment, un gobierno electo por millones de brasileños", sostuvo Dilma. A su vez, dijo que confía en que los senadores “harán justicia. Tengo la conciencia tranquila”.


“No lucho por mi mandato, ni por vanidad, ni por el poder. Lucho por la democracia”.
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Cuando Rousseff se disponía a empezar su intervención, se espesó un silencio absoluto, poco dado en una nación ruidosa como Brasil. El presidente del Tribunal Supremo, Ricardo Lewandowski, encargado de presidir la sesión, había advertido: “Esto es un juicio, no un debate: no permitiré aplausos, ni abucheos, ni carteles ni risas”.
Durante 14 horas, frente a los 81 senadores reconvertidos en el gran jurado que deberá decidir, el martes, si se va o se queda, Rousseff, Rousseff, en un discurso duro y emocionante, apeló a los sentimientos, a su historia política, a su carácter y a su trayectoria para dejar claro que la echan injustamente. Recordó, como ha recordado muchas veces (sobre todo en campaña electoral), que en 1971, siendo una joven revolucionaria de 20 años, fue apresada e incriminada por las fuerzas de la dictadura. Y que entonces se la juzgó por primera vez en su vida y se la condenó sin motivo. Hay una famosa foto de ese día en la que aparece mirando de frente a unos jueces militares que se tapan la cara para no ser reconocidos. “Ahora no hay torturas, pero hoy también miro a los ojos de las personas que me juzgan. Y todos nosotros seremos juzgados por la historia”. “Esta es la segunda vez en mi vida en que, junto a mí, se juzga a la democracia”, añadió.
Después aseguró que respeta a los senadores que votarán en contra de ella, que agradece a los que votarán a favor, y se dirigió a los que aún están indecisos: “Observen el precedente que se está creando. No acepten como verdad eso de que saliendo yo mejorará la crisis, porque será al revés”. Era una intentona algo melancólica, porque la presidenta reelegida en las urnas en 2014 lo tiene muy difícil. En el fondo, hay muy pocos senadores indecisos y y la inmensa mayoría ha manifestado que votará a favor de la destitución. Basta que 54 de los 81 lo hagan. Y hay predicciones que apuntan a que serán casi 60.
Ella lo sabe. Sabe que sólo un milagro la salva, que todo está perdido. O casi. Por eso, a pesar de esta interpelación, Rousseff no sólo dirigió su discurso a los senadores, sino al país entero, a los libros de historia, a su propio retrato y a su propia biografía, consciente de la dimensión del momento, de la importancia del discurso. Repitió que los delitos de que la acusan, haber recurrido, en resumen, a créditos y a fondos de bancos públicos para cuadrar el presupuesto y para efectuar pagos de determinadas partidas sin permiso del Congreso, no son en el fondo tales delitos sino pretextos para que abandone el cargo. En resumen: que el impeachment responde exclusivamente a motivos políticos y no técnicos ni jurídicos. “Y no es legítimo apartar a un presidente por el conjunto de su obra. Eso sólo lo pueden hacer el pueblo y los votos”. Luego añadió que esos motivos políticos esconden intereses: “Las élites conservadoras querían el poder a cualquier precio”.

“No lucho por mi mandato, ni por vanidad, ni por el poder. Lucho por la democracia”, afirmó Rousseff.

Durante 14 horas, frente a los 81 senadores reconvertidos en el gran jurado que deberá decidir, el martes, si se va o se queda, Rousseff, en un discurso duro y emocionante, apeló a los sentimientos, a su historia política, a su carácter y a su trayectoria para dejar claro que la echan injustamente.


Después aseguró que respeta a los senadores que votarán en contra de ella, que agradece a los que votarán a favor, y se dirigió a los que aún están indecisos: “Observen el precedente que se está creando. No acepten como verdad eso de que saliendo yo mejorará la crisis, porque será al revés”. Era una intentona algo melancólica, porque la presidenta reelegida en las urnas en 2014 lo tiene muy difícil. En el fondo, hay muy pocos senadores indecisos y y la inmensa mayoría ha manifestado que votará a favor de la destitución. Basta que 54 de los 81 lo hagan. Y hay predicciones que apuntan a que serán casi 60.


Repitió que el impeachment responde exclusivamente a motivos políticos y no técnicos ni jurídicos. “Y no es legítimo apartar a un presidente por el conjunto de su obra. Eso sólo lo pueden hacer el pueblo y los votos”. Luego añadió que esos motivos políticos esconden intereses: “Las élites conservadoras querían el poder a cualquier precio”.

  

Puertas afuera del Congreso, una manifestación convocada por el PT, el PCdB y la CUT, concentró a unos 10 mil manifestantes que recibieron a Dilma con flores rojas, banderas de todos los colores y gritos de “Fuera Temer”. Sin embargo, el desembarco de los efectivos de la Policía Militar impidió que la concentración avanzara hasta la explanada del Congreso tal como lo tenían previsto, marcando una distancia de más de 300 metros entre la sede del Legislativo y los manifestantes que esperaban poder presenciar la llegada de la presidenta.

 

Aún en el Senado, se espera que Dilma pueda terminar la ronda de preguntas en la madrugada de mañana, para así abrir paso a la votación que definirá su destino político.

 

Ana Amélia Lemos, del Partido Progresista, fue la primera en declarase a favor del proceso de impeachment frente a la presidenta suspendida. La senadora por Brasilia, sostuvo que no se puede hablar de “golpe de Estado” cuando la presencia de Dilma legitima el proceso de impeachment. A partir de ahí, fue la primera de varias veces en que Rousseff se esforzó en aclarar que no considera golpe al proceso que la juzga sino que eso será concretado en el momento en que la Cámara la declare culpable, sin pruebas, por un crimen que no cometió, según argumentó.

 

La plaza de los Tres Poderes en Brasilia, espacio que concentra y articula a las máximas instituciones políticas del Estado, se convirtió hoy en un campo de batalla entre el suspendido gobierno del PT y una mayoría opositora en Congreso profundamente fragmentada y heterogénea pero con un objetivo común, terminar con la última década de gobierno petista. (politicargentina.com)





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