10/04/2016

Tucumán

Recitales

Una crítica de mierda sobre el último recital de Divididos en Tucumán

La Aplanadora del Rock pasó una vez más por “la tierra del Limón”, como definió Mollo a la provincia, y en esta nota presentamos todo desde el punto de vista que nadie quiere ver.
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Divididos volvió a pasar por Tucumán.

Divididos sigue siendo la mejor banda del Rock Nacional de la actualidad, con casi cuatro décadas tocando en las grandes ligas, Ricardo Mollo y Diego Arnedo pueden ponerse una noche en piloto automático y aun dar un show mejor que el de cualquiera. Sin embargo, y harto de escribir críticas complacientes como esta de hace tres años Divididos y una clase magistral de tres horas de rock, vamos a probar poner las cosas en otra perspectiva.

Para empezar fue una noche de mierda, llovía y no paró de llover, esto hizo más difícil llegar hasta el lugar y que mucha gente llegue tarde, por lo que el comienzo del recital se retrasó casi una hora. Por eso las primeras palabras de Mollo al subir al escenario fueron. “Disculpas a los que vinieron temprano, pero había que esperar a que entren todos” ¿Qué es eso Ricardo? ¿Te aflojó la paternidad, te engordó más el corazón? El Rock no pide disculpas.

El sonido, como es usual en la cancha techada de Central Córdoba, no fue óptimo, en realidad fue más bien malo, la guitarra siempre se escuchaba (¿se escuchaba?) demasiado baja en las introducciones, después la cosa un poco se acomodaba, pero era habitual ver el pulgar arriba de Mollo, no en señal de que estaba todo bien, sino pidiendo que le suban al volumen.

Antes de seguir una aclaración ¿Fue malo el recital? De ninguna manera, estamos hablando de Divididos, la verdadera Aplanadora del Rock Nacional, pero como ya mencioné, comentarios copados de fans vamos a leer miles, acá se resaltan otras cuestiones que pasan desapercibidas o preferimos dejar de lado.

Por ejemplo, pobre Arnedo viejo, es el mejor bajista de la Argentina (y si me apurás, googleo un poco y te digo que hasta del mundo) pero cada vez que se larga un solo empieza un griterío, un éxtasis,  un “¡eH, eh, eh, eh!”, un “Diegoooo, Diegoooo” que al final no se escucha nada, dejen tocar a ese hombre por favor.

O el batero, que está tocando al lado de dos monstruos que tienen de carrera los años que tiene de vida, pero él está ahí, pegándole más fuerte que nadie, tanto que tienen que venir los plomos a reajustar los platillos y los bombos entre los temas, deja todo en la cancha, como en ese solo demoledor en la previa de El Arriero pero… se llama Catriel, ni que fueras Osvaldo Laport, una crueldad paterna como pocas, de la que también son culpables sus compañeros de banda.

Sí, sí, la música estuvo impecable, como ese cachito que se mandaron en medio de ¿Qué tal? de Black Magic Woman, el clásico de Carlos Santana (busquen en You Tube porque noté que varios no la conocían), ese mismo Santana que después se fue a tocar con gente como Maná o Shakira esas canciones que tanto les gusta escuchar en el auto.


Claro que no faltaron los tribuneos innecesarios, como cuando le tiraron una muñequita Barbie a Mollo quien aprovechó para mandarse un breve discurso sobre los estereotipos femeninos y resaltar que lo que importa es lo de adentro, justo él que anda con la mina más fuerte del Cono Sur; o después que le revolearon una bolsa con hojas de coca a partir de las cual discurrió sobre la identidad norteña y un mensaje contra la cocaína que fue aplaudido a rabiar por un centenar de cocainómanos exaltados vaya uno a saber por qué.

El último tramo del show fue el mejor sin duda, con homenaje en las pantallas a los inicios del Rock Nacional mientras sonaba Amapola del 66 en un compilado de imágenes de Almendra, Vox Dei, Sui Generis y otros músicos de esa década, hasta de Sandro se acordaron antes de mandarse de lleno al rocanrol con el cover de Pappo, Sucio y desprolijo, y sus clásicos Paraguay, Paisano de Hurlingam, Rasputín y El 38, a eso venimos, qué tanto.

Un rato antes, había pasado el obligado set “de sentados”, que arrancó con la siempre bien recibida Vientito del Tucumán, siguió con Dame un Limón en el que Mollo se mandó un solo de trompeta con la boca (¿era necesario?) Spaghetti del Rock en la que el verso “Besos por celular” es el que se canta más fuerte con los aparatitos iluminando el lugar (como se extrañan los encendedores, ya lo dijo Dave Grohl), Par Mil (el tema más tuiteado de la noche) y El Burrito (esa sí me gustó, porque Diego toca la armónica y todos amamos a Diego).


Como aquella vez en el 2013, se despidieron con dos temas de Sumo: Crua Chan, en la que para mi sorpresa comprobé que un porcentaje mayoritario del público desconocía la letra, y Next Week, de la que ya sabemos que es el mismo Mollo quien no se sabe la letra, pero qué importa, también amamos el inglés de mierda de Mollo, como amamos que se tire a la fosa en el cierre y salude a todo el mundo, y regale púas, mientras Arnedo y Catriel se mandan una zapada de bajo y batería (lo mejor de la noche), y amamos salir y acordarse de que afuera llovía, pero no importa porque se fueron prometiendo que van a volver.

Ahí está, una crónica de mierda de un recital de puta madre, rocanrol de agua mineral y arroz integral, de selfies y camisa manga corta, por suerte el espíritu setentista (o sesentista) y las melodías de Pescado, siempre van a estar. 

La lista es la de Salta que se repitió en Tucumán, el tema tachado es Vientito del Tucumán, que sí sonó en Central Córdoba.



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