28/06/2016

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La Selección Argentina y la maldición de Sísifo

El equipo de Lionel Messi perdió su tercera final consecutiva en menos de dos años luego de un partido insólito ante Chile. Cómo viene el panorama de cara a las Eliminatorias y el próximo Mundial.
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Argentina pasó una nueva frustración en una final, lo que para algunos equipos es un sueño para esta Selección se convirtió en pesadilla.

En Argentina el fútbol es todo y todo es fútbol, en estos días nadie, a menos que haya estado encerrado en un sótano sin comunicación, desconoce el presente de la Selección Argentina de fútbol, derrotada una vez más en la final de un torneo internacional, lo que extiende la sequía de títulos (con la salvedad de las medallas doradas en los Juegos Olímpicos de 2004 y 2008) a 23 años, que serán 25 cuando comience a jugarse el Mundial de Rusia en 2018, y provocó la renuncia del mejor jugador del mundo al equipo, Lionel Messi.


El equipo nacional llegó en la Copa América Centenario a su tercera final consecutiva en tres años, luego de la Copa América de Chile 2015 y el Mundial de Brasil 2014, un récord único que indica que el equipo asume siempre el rol de animador de cualquier torneo, no importa su importancia o dificultad, revalidando el rótulo de candidato.


Sin embargo la falta de títulos tiñen todo de un clima de velorio, el triple subcampeonato es recibido como un fracaso. Además de la historia más reciente, Argentina cayó también en otras cuatro finales en las últimas dos décadas y monedas, mientras se cumplen 30 años de la obtención de la Copa del Mundo de 1986 en México.


A Argentina le duele y la ciega la “pesada herencia”. En la mitología griega, según Albert Camus, Sísifo es ese personaje condenado por los dioses a empujar eternamente una enorme piedra cuesta arriba en una montaña empinada, que siempre antes de llegar a la cumbre rodará ladera abajo por su propio peso para reiniciar el duro ejercicio eternamente.


Ante Chile, Argentina salió a la cancha con la determinación de romper con la maldición, sin embargo viejos fantasmas desmoralizaron al equipo. Luego de un arranque explosivo, con dominio de la pelota, buen juego y principalmente una actitud arrolladora, llegó el primer punto de quiebre en la tarde de New Jersey, el delantero Gonzalo Higuaín, producto de sus correctos movimientos en ataque, su olfato goleador y el ímpetu de presionar siempre al rival, forzó un error de la defensa chilena que lo dejó mano a mano con el arquero Claudio Bravo, como en la final de Brasil 2014. Y eso fue lo que pensó cada espectador que veía el partido en la cancha o en cualquier parte del mundo, “es como la jugada contra Alemania”, y sin dudas ese pensamiento pasó también por la cabeza del Pipita, que a diferencia de aquella vez no pateó “al bulto” sino que intentó “asegurar” gambeteando al arquero pero le dio tiempo a Bravo de cerrarle al ángulo y al defensor de llegar a marcar, sin embargo la definición no fue mala pero le faltó fuerza y dirección y se fue despacito pegada al palo.




Desde ahí todo fue cuesta abajo, Ángel Di María, ausente contra Alemania y lesionado en los primeros minutos ante Chile el año pasado, estaba lesionado nuevamente, Ever Banega, el otro jugador clave de este torneo tampoco estaba jugando en su totalidad. La historia se repetía con una exactitud grotesca.


Entonces fue cuando llegó el segundo momento clave de la final en Estados Unidos. Chile se quedó con diez jugadores a raíz de la expulsión de Marcelo Diaz. Por primera vez la Argentina, que en tres finales de 120 minutos no marcó goles, se sentía y contaba con una ventaja numérica, jugaba mejor y el camino parecía allanarse. Pero otra vez el designio nefasto del destino hizo que el árbitro brasilero viera una falta en una entrada dura pero limpia del lateral izquierdo Marcos Rojo a quien expulsó de forma directa, tal vez para compensar, dejando las cosas nuevamente en tablas.


El tercer strike (ya que estábamos en Estados Unidos, tierra del Baseball) fue el penal que erró Lionel Messi en la definición desde los 12 pasos, justamente él, quien se había cargado con toda la responsabilidad de romper el maleficio y traer la tan postergada “alegría a la gente”, vino luego de la tapada de Sergio Romero a Arturo Vidal en la apertura de la serie, que abrió la esperanza argentina pero otra vez duro demasiado poco, un golpe de nocaut del que nadie se pudo recuperar.




Así pasó otra final, la tercera en fila, sin marcar goles y sin levantar la copa, se siente como un fracaso aunque la Argentina sigue siendo la Selección mejor ubicada del mundo según el ránking FIFA y la única que ha podido mantener una regularidad de años jugando al mejor nivel.


Argentina está una vez más como Sísifo al pie de la montaña, con las Eliminatorias por delante y el Mundial de Rusia 2018 en la cima, será un camino difícil para recorrer. Ojalá esta vez la Selección lo encare sin llevar sobre los hombros la piedra más grande (y cada vez más pesada) para no volver a caer por el peso propio, sabiendo que no entran a la cancha los años sin títulos, no entran las finales perdidas, no entran los campeones del pasado ni los que critican en el presente, no entra la felicidad o tristeza de la gente, sino que entran los jugadores y en Argentina están los mejores. ©eldiario24.com







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