30/08/2016

Tucumán

Preocupación por el peligro de la quema de cañaverales

En los últimos dos años se registraron cinco muertes y una decena de lesionados a causa de esta situación.

Las rutas del interior tucumano se transforman en estos días en un infierno. El conductor se introduce abruptamente en una especie de túnel de humo en el que enfrenta el serio riesgo de sufrir un accidente.

La visibilidad se hace casi nula y a veces las maniobras para evitar choques resultan tardías. Según la policía, en los últimos dos años al menos cinco personas murieron y otras 10 sufrieron distintas lesiones en diferentes percances que se desencadenaron en medio del humaredal.

También hubo viviendas de familias alcanzadas por las llamas. El drama se genera con la quema de cañaverales que se extienden por kilómetros.

Este procedimiento, que viene desde hace años, es una verdadera pesadilla para los bomberos voluntarios entre agosto y noviembre. “Es el tiempo en que los cañeros optan por incendiar la caña para evitar costos laborales. De esa manera no pagan para pelar la planta. Pero estos siempre responsabilizan a otros. Es verdad que a veces la quema es accidental, pero en un porcentaje mínimo. Las intencionales son las que prevalecen” dijo Luis Eduardo Figueroa, jefe de los Bomberos Voluntarios de Concepción.

Tan solo esta repartición tiene hasta 20 intervenciones por semana, a pesar que en otros incendios no recurren al determinar previamente la inexistencia de riesgos hacia personas o viviendas. “Este drama en primer lugar representa una grave contaminación del medio ambiente. Y la sufre en gran medida la gente con problemas bronco-respiratorios. Al mismo tiempo cuando el humo invade rutas, se transforma en un riesgo enorme para la circulación vehicular. Y también está el peligro que acecha a viviendas próximas a las quemas” apuntó el bombero.

¿Qué sucede con las normas legales existentes que prohíben ésta práctica? “Nosotros intervenimos en pericias cuando hay denuncias y para establecer si hubo intencionalidad. Sucede que siempre el cañero transfiere responsabilidad de lo ocurrido hacia terceros”, añadió Ramón Martínez, jefe de la División Criminalística de la Regional Sur.

De esta manera es que se complica la tarea de determinar el autor y las penalidades. “Considero que si hay intenciones de erradicar el problema se tiene que partir con los controles desde los ingenios. No se debe permitir el ingreso de cañas quemadas. Y hasta la misma fábrica debería ser sancionada si lo permite”, opinó por su parte Ramón Arias, ambientalista de Concepción.

Figueroa, por su lado, se pronunció en el mismo sentido. “Si el problema no cesa es porque no se está controlando o sancionando como corresponde” acotó. Para el jefe de bomberos, el costo que genera el desplazamiento diario de móviles y personal a la zona de siniestro es elevado. Pero además obliga a los voluntarios a suspender por horas estudios o labores propias para recurrir a quemas generadas por “personas sin escrúpulos e inconscientes de los problemas a que expone a la población”, observó. Según el bombero, este año habrá un desborde descontrolado de quema de cañaverales si no se adoptan medidas preventivas. “Hay abundante cañas y ante la falta de lluvia la sequedad alentará incendios. Nosotros, por razones operativas, mantendremos la postura de actuar cuando se adviertan peligros contra personas o casas”, concluyó. Hasta el sol se hace tenue en agosto; y no por las nubes que cargan agua, sino por el humo que asfixia y borra el horizonte.

“La quema de caña en pie es un delito; es tan simple como eso. Y no es un delito ‘porque sí’. Están demostrados los múltiples perjuicios que causa. Y lo peor, es que ni siquiera genera beneficios”, define indignada la neumonóloga Nora Vázquez de Argiró.

En lo que respecta a su especialidad, insiste en resaltar lo que los estudios epidemiológicos que ella y su equipo han llevado a cabo vienen demostrando desde hace años: el humo y el hollín que se generan al quemar los cañaverales llevan las cifras de obstrucciones bronquiales mucho más allá de los promedios esperables: llegan al 22% de la población.




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