Desde grandes inundaciones, tsunamis, incendios forestales, terremotos, erupciones volcánicas hasta sequías o huracanes. Los desastres naturales ocurren dejando una enorme huella de destrucción. Ejemplos en la historia como la La erupción del Monte Vesubio en el año 79 d.C., o más cercanos el huracán Katrina en 2005 o la inundación de Bahía Blanca. Pero esta catástrofe es muy diferente.
Nadie quería esto, pero está sucediendo
Cuando las fuerzas de la naturaleza se desatan el mundo tiembla. Los grandes desastres que conocemos se caracterizan por ser extremos provocando graves daños a las personas, sus construcciones y el medioambiente. Esto puede significar en muchos casos la pérdida de vidas y mucho trabajo de reconstrucción en las regiones afectadas.
Sin embargo, no son las únicas catástrofes posibles. Los desastres provocados por la acción humana son iguales o peores en su capacidad destructiva. Por acción o por omisión, por malas decisiones o falta de planificación adecuada. Desde la contaminación constante con dióxido de carbono, pasando por el desastre de Chernóbil en el 86, o la minería a cielo abierto, todo por la acción humana. Esta vez es en el corazón del Amazonas peruano.
Nadie quería esto pero está ocurriendo. Las comunidades lo están denunciando. Los peces, el río, los lagos de la cuenca del Nanay están llenos de mercurio. Aseguran que están envenenados. Además, debido a que esto constituye la principal fuente de alimentación de las comunidades, los habitantes de la zona también presentan altos niveles de mercurio. Se trata de una catástrofe con un daño inconmensurable.
Incumplimiento y desastre ambiental
Se trata de una crisis ambiental inédita que está dañando el cauce del río Nanay, un recurso fundamental para los pobladores de la región. Dado que este río representa la principal fuente de agua potable. La contaminación no fue de un día para otro. Las comunidades reclaman que hace más de 20 años que se encuentran reclamando esta situación pero no tienen respuestas. Y no es el único caso en Perú sin solución.
De hecho, a finales de junio se presentó una denuncia formal contra el Estado peruano ante la llamada Secretaría General de la Comunidad Andina (CAN) en Lima. Representantes de 33 comunidades amazónicas llevaron adelante esta acción acusando el gobierno del incumplimiento de una norma andina básica, la Decisión 477, sobre minería ilegal con consecuencias terribles. Con esto, el Estado peruano, no está combatiendo esta práctica ilegal, la está favoreciendo.
Esta práctica amenaza de manera directa la biodiversidad y la salud de las personas. Según un informe del Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA) realizado en 2024 confirmó números alarmantes. De 273 habitantes de comunidades ribereñas el 79% tienen niveles de mercurio superiores a los recomendados por la OMS. La comunidades no están reclamando compensaciones económicas sino la protección urgente de sus territorios.
La lección trágica: Evitar la catástrofe
No sólo se trata de niveles terribles de contaminación. A esto se suma el el crimen organizado debido a la falta de control en este territorio. Por esto las comunidades reclaman un estado de emergencia con presupuesto adecuado para proteger alrededor de medio millón de personas que viven allí, garantizando derechos básicos. Como un ambiente sano, salud y educación.
Esta minería no regulada, utiliza principalmente mercurio para la extracción del oro contaminando el agua de los ríos y provocando deforestación masiva. Esto representa un gran ejemplo de lo que no hay que hacer. El caso de la catástrofe peruana permite observar el alcance del daño de las malas decisiones y la falta de una planificación adecuada. Para apuntar a un futuro sostenible es necesario atender estos escenarios posibles. Sobre todo, ahora que Argentina se encuentra en pleno proceso de desarrollo de sus propios proyectos mineros en su territorio. La lección trágica nos advierte. Evitar la catástrofe no sólo es posible, sino que es un imperativo.