En un mundo que cambia constantemente y busca otra gran revolución energética, hay una tecnología que parecía haber quedado en el pasado. Abandonada por ser considerada poco práctica hoy vuelve a resurgir como una alternativa capaz de desafiar todos los límites conocidos. Lo más impactante es que no se trata de algo que se proyecta en un futuro sino de un viejo concepto que gracias a los diversos avances tecnológicos podría convertirse en la pieza faltante para las inversiones energéticas actuales.
Una fuente de energía que parece sacada del pasado
En un mundo marcado por la búsqueda de nuevas e impactantes energías renovables, lo que hoy despierta un marcado interés no es una tecnología recién inventada. Se trata de una idea que parece sacada de otra era. Sin embargo, lo que ya parecía olvidado, vuelve a cobrar sentido en pleno siglo XXI. Este redescubrimiento promete energía continua, silenciosa y prolongada dejando de lado las recargas y el mantenimiento.
Por qué vuelve a estar en la mira del futuro tecnológico
A pesar de haber estado décadas en un segundo plano, esta solución resurge a partir de dos aliados de la modernidad: materiales avanzados (como semiconductores de amplio ancho de banda y cristales especiales) y la urgencia global de encontrar una energía que promete ser duradera. Este impactante resurgimiento no es una completa casualidad: es una respuesta a la escasez de recursos para abastecer entornos completamente inhóspitos como lo son las misiones espaciales o los dispositivos médicos implantables.
La historia de las baterías nucleares no es algo de este siglo en particular. En 1970, médicos en Francia implantaron el primer marcapasos movido por energía nuclear. Estos dispositivos, encapsulados en titanio y cargados con pequeñas cantidades de plutonio-238, extendían la vida de los marcapasos y lograban evitar recurrir nuevamente a cirugías. Sin embargo, luego de transcurridos varios años prohibieron su uso. Esto se debió a que era imposible controlar el destino final de los implantes y terminaban en cementerios o crematorios. Ahora, ¿Por qué vuelve a surgir el interés en esta batería que parecía cosa del pasado?
Los secretos de la batería nuclear fotovoltaica
Un grupo de ingenieros chinos han presentado un nuevo prototipo de batería nuclear que pretende cambiar por completo el panorama. Se trata de una batería híbrida nuclear-fotovoltaica con una vida útil mínima de 50 años. Este gran cambio fue posible gracias a un nuevo material cerámico, dopado con el elemento cerio, y a guías de ondas especiales que contienen radioisótopos de estroncio 90 (Sr-90).
El material principal es un óxido complejo de gadolinio, aluminio y galio. Esto conforma un cristal que luego se dopa con cerio (GAGG:Ce), creando un gran detector de fotones. La energía radiactiva del Sr-90 se transforma en luz y se concentra en las guías de onda. Por último, es dirigida a células fotovoltaicas semiconductoras, que generan electricidad.
Estos nuevos prototipos consiguieron una eficiencia de conversión energética cercana al 2,96 %, una cifra considerable teniendo en cuenta que supera ampliamente a otros diseños probados anteriormente. Si hablamos de potencia, una célula individual produce alrededor de 48,9 microvatios. Otros sistemas con múltiples módulos alcanzan hasta 3,17 milivatios.
El nuevo resurgir de la batería nuclear fotovoltaica funciona una forma de recordar que en algunos casos las soluciones más innovadoras no surgen de inventos totalmente nuevos. Es decir, nos rememora lo importante de revisar de forma activa las tecnologías que parecían haber quedado en el pasado. Con una vida útil de más de 5 décadas y una eficiencia que continúa mejorando constantemente, este desarrollo podría transformar desde las más increíbles misiones espaciales hasta los dispositivos médicos implantables. Entonces, el verdadero desafío en un futuro para los investigadores estará en trasladar estos avances de la individualidad de los laboratorios a la producción a gran escala. Además de garantizar estándares de seguridad y accesibilidad que no supongan un gran daño ambiental.