Este último mes, la sensación general es de desconcierto total. Uno trata de cuidar el consumo, apaga las luces, usa el aire con culpa, pero cuando llega el monto final, los números a veces no tienen lógica. Lo que más malestar genera es charlar con un pariente o un amigo que vive en otra provincia y enterarte de que, por tener la misma heladera y el mismo televisor prendidos, él está pagando monedas y a vos se te va una fortuna. Esta disparidad rompe con la idea de que la electricidad es un servicio nacional que vale lo mismo en todos lados.
El misterio del “costo de envío”
Para entender por qué pasa esto, hay que mirar la letra chica de la factura, esa que nadie lee. El tema es así. El precio de la energía mayorista se unificó para todo el país desde el 1° de noviembre. En teoría, el “producto” vale lo mismo para todos. Pero el problema, y donde se genera el desfasaje, es en el famoso VAD o Valor Agregado de Distribución. Básicamente, es lo que te cobra la empresa de tu zona por llevar la luz desde la red nacional hasta el enchufe de tu casa. Y ahí, cada provincia es dueña de hacer lo que quiera.
En algunas provincias, los entes reguladores autorizaron aumentos fuertes para que las empresas o cooperativas cubran sus costos (cables, sueldos, camionetas), mientras que en otras, las tarifas están más pisadas por decisión política. A eso sumale que no es lo mismo mantener una red en una ciudad densa que en el medio del campo. Y ni hablemos de los impuestos. Hay intendentes y gobernadores que aprovechan la boleta de luz para meter tasas municipales o fondos provinciales que inflan el precio final.
Las provincias donde se paga más en facturas de luz
Acá es donde los números cambian por completo. Según el último estudio del IIEP (UBA-Conicet), la diferencia entre lo que paga un usuario en una provincia cara y una barata es abismal, llegando a ser de seis veces. Si miramos el ranking, el lugar más caro para prender la luz hoy es Neuquén. Ahí, una familia de ingresos bajos (N2) con un consumo promedio paga una factura media de $85 271. Es una locura si lo comparás con la otra punta de la tabla: en Santa Cruz, ese mismo usuario paga apenas $12 209.
La brecha es de 6,6 veces. Pero Neuquén no está sola en el podio de las caras; Río Negro ($72 954), Mendoza ($60 150) y Santa Fe ($59 874) también tienen tarifas imposibles. Del otro lado, tenés al AMBA (Buenos Aires y el conurbano) donde, a pesar de las quejas, la luz sigue estando “regalada” en comparación, con facturas promedio abajo de los $20 000 para el mismo consumo. Entre Ríos quedó ahí en el medio tirando a caro, con unos $50 000, superando a provincias como Misiones o Córdoba.
Los subsidios y las trampas
El sistema sigue dividido en tres niveles (N1 altos ingresos, N2 bajos, N3 medios). Hoy, un hogar de ingresos altos paga en promedio nacional casi $70 000, mientras que uno de ingresos bajos anda en $43 500. Pero acá hay una trampa. Para los usuarios de ingresos bajos, la energía en sí es barata (porque está muy subsidiada), pero el componente de distribución representa el 55% de su factura. O sea, cualquier aumento que decida la cooperativa o la empresa provincial les pega muchísimo más fuerte a los de menos ingresos.
Lo que nos queda claro es que Argentina tiene un federalismo tarifario que funciona a distintas velocidades. Las diferencias son brutales y dependen de un montón de cosas. Hablamos desde si tu proveedor es una empresa pública o una cooperativa, hasta qué tan generoso es el subsidio local o cuántos impuestos te cuelgan en la boleta.
