Las naciones del mundo están buscando cambiar su futuro energético. Mientras unas se preparan para apagar viejos reactores, otras buscan revivirlos de alguna forma. En medio de esa transición, el debate sobre cómo producir electricidad sin depender del carbón ni del gas se vuelve más urgente que nunca. La energía limpia es una necesidad estratégica. Así, los gobiernos se enfrentan a debates internos sobre cómo cambiar la producción y ningún país parece estar fuera de este momento de transición.
Dos caminos opuestos en un mismo continente
Europa está dividida y no mira desde la misma perspectiva al futuro. Por un lado, están los países que apuestan por cerrar de forma definitiva sus planta nucleares, convencidos de que que porvenir está en otras energías como la solar. Entre ellos, España ya trazó su hoja de ruta. Comenzó a apagar todas sus centrales de cara al 2035. El Gobierno español mantiene su plan por más de que las críticas lluevan. Pero no todos piensan igual.
Desde las empresas del sector hasta algunas figuras políticas advierten que cerrar las plantas nucleares sin una alternativa sólida puede ser un golpe irreparable para la industria nacional. Hoy, los reactores españoles general el 20 % de la electricidad nacional, una energía constante que las renovables no logran completamente. Sin embargo, el poder ejecutivo insiste en que el futuro está en lo solar y eólico.
El otro lado de la moneda: Francia
Mientras España quiere frenar todos sus reactores. Francia está haciendo exactamente lo opuesto. El año pasado, el país encendió su primer reactor nuclear en 25 años: el EPR Flamanville 3, en Normandía. Este nuevo gigante de la energía de 1,6 GW de potencia puede alimentar a millones de hogares. Se trata del reactor más grande jamás construido en Francia y uno de los más potentes del mundo.
El proyecto, que está lleno de retrasos y sobrecostos, representa una declaración clara de intenciones. El presidente de la nación francesa prometió construir seis nuevos reactores del mismo tipo antes del 2040 y la empresa estatal ya proyecta reactores modulares del tipo SMR y experimentos con tecnologías de fusión nuclear. En Francia, la energía atómica produce alrededor del 70 % de la electricidad y se percibe como un símbolo de independencia, contraste y orgullo industrial. Mientras España apaga, Francia enciende.
El espejo para Argentina
Lejos de Europa, Argentina observa con atención. El país cuenta con una larga trayectoria en energía nuclear. Centrales como Atucha I y II y Embalse fueron pioneras en América Latina. Sin embargo, los últimos años dejaron en evidencia más promesas que avances concretos.
Actualmente, el gobierno de Javier Milei manifestó su intención de impulsar nuevos proyectos nucleares y recuperar la capacidad tecnológica del país, pero todavía no se dieron pasos firmes al respecto. En medio de una economía que cambia constantemente y un sistema eléctrico algo tensionado, la pregunta que surge es qué camino será mejor seguir. Las decisiones de Europa nos sirven de espejo. España muestra el valor de apostar por lo renovable mientras que Francia refuerza su liderazgo apostando por la energía nuclear. Argentina deberá definir que futuro construye.
El mundo entero ya eligió caminos distintos pero con un mismo objetivo: un futuro sin emisiones. España confía en el viento y en el sol, mientras que Francia en el átomo. Ambas estrategias tienen sus virtudes y sus riesgos y ninguna ofrece una solución instantánea. En este panorama internacional, Argentina enfrenta su propia encrucijada. Tiene que decidir si ser una espectadora de la transición o toma protagonismo en este nuevo ciclo energético. Lo cierto es que tiene la oportunidad de elegir. Apostar por un modelo u otro implicará definir cómo quiere posicionarse el país en las próximas décadas.