China ha forrado un desierto con millones de paneles solares. Lo que nadie imaginó fue lo que pasaría después. Hemos visto placas solares en múltiples ubicaciones. Calles, estacionamientos, muros de contención acústicos, márgenes de carreteras… Siempre aparecen nuevos espacios que parecen llevar implícitas las palabras «paneles solares». De hecho, en el sur de Europa, cada vez se suman más supermercados a la tendencia de estacionamientos cubiertos de paneles solares. Los clientes ganan lugar de sombra con puntos de carga y el negocio se autoabastece.
Lugares inéditos en los que hay paneles solares
Tras darse a conocer los paneles solares que vibran solos para alcanzar la máxima eficiencia, la atención se ha posicionado sobre ubicaciones inimaginables en las que pueden colocarse los sistemas solares. En Alemania y China ya existen techos solares dispuestos sobre autopistas, con el beneficio agregado de que reducen el ruido. También se están incorporando paneles solares a techos de colectivos y camiones, produciendo electricidad para aire acondicionado y sistemas de refrigeración.
El próximo paso es la integración directa de células solares en la carrocería de los coches eléctricos, para que generen parte de la energía consumida. Hay prototipos, pero todavía no alcanzan la producción en serie. Este año, Suiza puso a prueba la primera planta solar instalada entre los rieles. Los módulos no interfieren con la operación ferroviaria.
De cara al futuro, la electricidad originada podría utilizarse incluso por locomotoras. Además, existen celdas solares capaces de instalarse en fachadas. Ya se han popularizado los módulos ubicados en barandas de balcones y celdas solares integradas en vidrios de fachada. En paralelo, China ha forrado un desierto con millones de paneles solares con un resultado altamente llamativo.
Lo que ha pasado con millones de paneles solares de China impacta en el mundo
Según recoge Gizmodo, un proyecto proyectado como una planta solar ha terminado convertido en un experimento ecológico accidental. En el desierto de Kubuqi, situado en China, una instalación solar diseñada para generar electricidad ha alterado el ecosistema de una forma que nadie imaginó. Ahora ha pasado a ser un laboratorio climático en el que la vida ha encontrado un rincón para resurgir.
Los planes del país asiático eran instaurar una megaplanta solar tan extensa que muchos apodaron «la gran muralla solar». Se trataba de un muro moderno cuyo destino era frenar la desertificación y brindar abastecimiento a la red eléctrica. Tras su construcción, un equipo de investigación analizó detalladamente la sombra.
Sin querer, el entramado de paneles solares estaba modificando el microclima del desierto. Los científicos decidieron estudiar tres parcelas experimentales. Una tenía paneles solares sobre la arena. Otra estaba ubicada en un espacio con arbustos resistentes y la tercera combinaba ambas cosas, ubicando vegetación bajo la sombra parcial de los paneles. En las parcelas que solo tenían paneles, la arena continuó igual de árida.
La parcela con arbustos registró una leve mejora debido a la resistencia de las plantas. Sin embargo, en las áreas donde coexistían paneles y vegetación el suelo experimentó cambios. La sombra disminuía la temperatura del terreno, frenaba la evaporación y conservaba la humedad el tiempo suficiente para que las raíces pudieran expandirse. Esas raíces llevaron carbono a capas más profundas, acumularon materia orgánica y activaron microorganismos que devolvieron nutrientes al suelo.
Querían energía solar y obtuvieron un ecosistema aparte
La función para la que fue creada la planta solar tenía fines meramente energéticos. Solo querían producir electricidad limpia y acotar emisiones. Sin embargo, el proyecto terminó convertido en una iniciativa de ingeniería ecológica, demostrando que los paneles solares superan los límites que creíamos conocer. Así lo demuestran también los paneles solares tridimensionales de Estados Unidos.
