20/06/2010

Tucumán

opinión

Yo me quiero casar ¿y usted?

Escribe: El Perro Binario

Esta mañana abro el mail. Un amigo me reenvia los “12 motivos para rechazar el matrimonio gay” (versión gallega)... mientras me debato entre si vale la pena responderle o no, se me enfría el café e indefectiblemente el día ya empezó mal.

Cualquier persona que más o menos maneje un mouse lo sabe: El matrimonio gay es noticia en Internet. Más aún, la batalla de la información y la desinformación se está librando a capa y espada, minuto a minuto, en todos los medios digitales, redes sociales, foros y casillas. Le guste o no, usted es parte de ella.

Pareciera que hablar sobre el matrimonio gay es fácil. Al menos en este país maniqueo en el que a tu interlocutor sólo le interesa saber qué camiseta llevás puesta. Basta con decir ‘Estoy a favor’ o ‘Estoy en contra’, siempre expresándolo de la manera más agresiva posible, por supuesto.

El Identikit de la homo-polémica batalla sobre la igualdad de derechos tiene un rostro esquivo si uno quiere pintarlo con cierta imparcialidad y sin caer en la anemia ideológica de las redacciones tibias.

Pero no seamos tan vuelteros, he aquí algunos comentarios ácidos de fácil lectura y difícil digestión para ejemplificar el tema:

“Mátenlos a todos!” escribía un forista desaforado en una pagina de Facebook, (‘Docentes en defensa de la familia’ es el nombre de dicha página)

“Putuchos, son putos y no son muchos, vayan a laburar al parque” sentenciaba un gentilhombre en el muro del grupo ‘Yo estoy a favor del matrimonio gay’... A lo cual algún cristiano homosexual replicaba: “El nivel de tu inteligencia es proporcional al nivel de tu comentario” ironizándolo con una letal carita feliz :) como punto final.

Bajo la nota “Multitudinario rechazo al matrimonio gay”, publicada en eldiario24.com, se expresaban -felizmente sin censura- las diferentes posturas, viscerales, enfáticas, reflexivas o impulsivas: “Yo soy heterosexual y banco a la gente que quiera casarse con gente de su mismo sexo” simple, concreto y con la lengua bien afeitada, escribía un lector animándose a dar nombre y apellido.

Sin dudas en el podio de los comentarios más certeros debo incluir: “Pase lo que pase con esta ley, el closet les quedó chico y la sociedad tendrá que aceptarlo.” Y punto.

Demostrar pertenecer a la mitad más uno es la panacea del opinólogo argentino de pura cepa. Gay o hetero. ¿Quién no quiere que su marcha sea más grande que la del otro? En un país donde las discusiones se ganan o se pierden gritando en una plaza, el tamaño sí importa.

Ceros y unos, palabras soeces, blancas sobre negras, negras sobre blancas, interminables monólogos... En el medio de este desaguisado, el debate legislativo parece ser un tema casi accesorio. Cuando el cerebro se apaga y el teclado está a punto de sufrir un orgasmo bajo esos dedos veloces, ¡ahí esta usted! diciéndole a ese impertinente que se atrevió a opinar, qué tan equivocado está... y qué tan acertado es lo que usted sostiene.

Los perros binarios no paran de ladrar. Y usted sabe que la autopista de la información no es lugar para cachorros, ¡hay que alzar la voz, carajo!

Así, entre página y página que recorro, cada vez más lejos estoy de encontrar algún indicio de tolerancia. Finalmente, salvado por el mítico Roberto Galán, lo que sí encuentro, es el título perfecto para este rejunte de impresiones. No más que un manifiesto de la imposibilidad de ser humildes entre las altisonantes voces de LA verdad y LA razón (tan manoseadas, tan prostituidas)... ¿Ser humildes? ¿Para qué? ¿Para quién?

Si de comentar por comentar nomás se trata, este perro ladraría algo como:

Después de todo ¿aprenderemos a conjugarnos en diversidad? Yo me quiero casar, tú, él, nosotros, vosotros, ustedes... y ellos también. Déjenlos en paz.

Más notas:

La Guerra del Fuego - Por el Perro Binario




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