23/09/2021

Tucumán

Monteros: con fotos y un diploma, una jueza celebra con ternura la adopción plena de una niña

El juzgado de Familia y Sucesiones del Centro Judicial Monteros dictó una sentencia de adopción plena y felicitó a la familia adoptante de forma diferente.

El juzgado de Familia y Sucesiones del Centro Judicial Monteros dictó una sentencia de adopción plena, con la que le dio cierre al proceso legal que había iniciado el matrimonio conformado por Daniel y Silvia*, quienes se convirtieron en papá y mamá de Magui, una niña de dos años.


La sorpresa radica en que el fallo no salió solo ni fue únicamente un documento: llegó impreso en papel a la casa de la nueva familia junto con un sobre que contenía fotos de los tres y un diploma en el que la jueza celebra “su historia de vida y encuentro familiar”, reconociendo así el valor de haberse elegido mutuamente.

La Dra. Mariana Josefina Rey Galindo -la jueza Mariana, como se llama en la resolución- quiso regalarles este certificado para representar tanto el final del recorrido legal como el comienzo del camino basado en el deseo de maternar y paternar de quienes eligieron convertir a la pequeña Magui en su hija, acompañarla en su crecimiento y garantizarle su derecho a estar en un hogar que le provea todos los cuidados y el afecto que todo niño, niña o adolescente necesita para su desarrollo.

La sentencia

La sentencia fue redactada con todo el rigor técnico que la legalidad del acto indica, pero está escrita en lenguaje claro y de fácil lectura para que sus destinatarios puedan acceder a ella sin necesidad de desentrañar los términos jurídicos, que se encuentran definidos y explicados con ejemplos cotidianos.

Estructurada en títulos y subtítulos donde desarrolla los distintos aspectos que deben considerarse para resolver, hay también a lo largo del texto una clara división gráfica que aúna y armoniza la convivencia de lo legal con lo afectivo.

Es por ello que la tipografía utilizada se modifica y la fuente clásica con la que admite la pretensión y resuelve el proceso le deja lugar a unos fragmentos coloridos, en los que una letra redondeada celebra la unión de esta familia.

En una práctica que cambia sustancialmente la forma en que el sistema de justicia se relaciona con sus destinatarios, pueden encontrarse en la resolución párrafos como este, dirigido directamente a Magui, para que el día en que decida conocer su verdad biológica pueda acceder al expediente sintiéndose respetada y contenida desde un ámbito de ternura: “De hecho, te cuento que, ambos (Daniel y Silvia) vienen cuidándote en estos últimos meses, y me han pedido que definitivamente declaremos legalmente que son tus progenitores (así les llama la ley a la mamá y el papá de cualquier persona) y que esto quede registrado en todos los papeles que forman parte de tu identidad, por ejemplo: el acta de nacimiento, tu DNI, más adelante en las libretas de la escuela o las libretas sanitarias, etcétera”.

Esta celebración de la familia elegida demuestra también el alcance que puede tener el Derecho cuando es considerado un elemento de acción que incide en la realidad circundante. Mucho se ha teorizado sobre los actos de habla y el potencial transformador de lo jurídico cuando se piensa dentro de la praxis social, pero son gestos como este los que ponen en evidencia de qué hablamos cuando se propone desarrollar la tarea de juzgar sin perder de vista la afectividad y a las personas que se ven afectadas por las decisiones de jueces y juezas.

La performatividad del Derecho nos enseña que aquello que se nombra es traído simbólicamente a la existencia, en tanto se lo re-conoce, y delimita desde allí las formas en las que se relacionan las personas que habitan en esos vínculos. Y celebrar es, precisamente, lo que hace la Dra. Rey Galindo cuando declara que Daniel y Silvia, junto con Magui son, desde el pasado 26 de agosto, una familia.


* Los nombres de los adoptantes y de la niña son ficticios, en resguardo del derecho a la intimidad de las personas involucradas y de conformidad con las convenciones que rigen en la materia. Estos prenombres fueron elegidos por la magistrada, quien decidió también llamar a la pequeña Magdalena, “Magui”, cuyo origen es el latín y significa ‘perla’.




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