Opinión
¿Usted tiene un amigo perfecto?, yo sí y se lo cuento
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¿Usted tiene un amigo perfecto?, yo sí y se lo cuento
Muchos tenemos un conocido perfecto, yo al menos sufro a uno. Son gente particular, por lo general tienen pocos amigos, nadie aguanta tanta corrección sin sentirse un poquito incómodo al menos.
Ellos nunca copiaron en un examen, jamás mintieron, no pasaron ni un semáforo en colorado y, obviamente ni se les ocurre salir a curvear con el auto, por el gusto de andar a toda velocidad, un día cualquiera, sólo para festejar la vida de manera salvaje.
Hay perfectos de varias clases. El peor es el pontificador, pues muestra su cuadriculada vida como ejemplo para los demás, y ante cada supuesta incorrección del prójimo, levanta el dedo para señalarlo: “No se debe matar ni a una mosca”, “las leyes han sido hechas para ser cumplidas”. O la paparruchada máxima: “El derecho de uno termina donde comienza el de los demás”.
Todos tenemos defectos, algunos estamos enamorados de nuestras imperfecciones, pues nos dan nuestra particular forma de ser y nos hacen ser nosotros y no otra gente. Ante esta afirmación, el amigo perfecto, el impoluto, virtuoso e intachable, esbozará una sonrisa para indicar solamente: “No soy de esos”.
No tengo tiempo para andar averiguando, no soy chusma y, de última mucho no me importa si haces o deja de hacer. Pero, ¿perfecto?, no te creo. En este país todos tenemos al menos media docena de agachadas. No me vengas con las supuestas leyes morales y reglas éticas que sigues a rajatabla: no te creo. A lo sumo, dándote changüí, podrías llegar a la categoría de embolante, pero de ahí no pasas.
