03/02/2022

Opinión

El tero es un animal onomatopéyico y metafórico

Por: Juan Manuel Aragón
Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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El tero es un animal onomatopéyico y metafórico

El tero, animal onomatopéyico es, además, metafórico de verdad. Para distraer a sus depredadores, grita donde no ha puesto los huevos. No como el avestruz, ave corredora que no entierra la cabeza para esconderse. Repito, no lo hace.

Plinio, llamado el Viejo, en su Historia Natural, contó que los avestruces africanos, para esconderse, metían la cabeza en un hoyito así de lejos los confundían con una planta. Bueno, lo engañaron al jovato. Eso no lo hacen tampoco los ñandúes o suris americanos. Ni se les ocurre.

Si se alude a quien grita por algo que no es de su incumbencia, para proteger un interés oculto, le dicen tero, bien dicho. Es benéfico, se alimenta de bichitos dañinos para la agricultura y es muy bonito de verse, parado, mirándonos desafiantes desde la orilla de la laguna.

Al suri, Dios le entregó unas magníficas patas, de hecho, está clasificada como ave corredora. Oiga, ¿teniendo tanta habilitad para disparar a toda velocidad, con gambetas maradonianas, el bicho se va a quedar quietito, aguaitándolo al león? Ni loco.

Los viejos tenemos una particular manera de despreciar a los autores falaces: abandonamos sus textos en cuanto notamos que han puesto una macana. Nuestro desprecio no los toca ni de lejos, es cierto, lo sabemos. Pero igual dejamos de leerlos apenas llegamos a la parte del tipo escondiendo la cabeza como el avestruz. Y usamos el libro para limpiar la parrilla, hacer el fuego. O cosas peores.




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