02/11/2020

Opinión

Un recuerdo para Walter Ascher, el nazi y su descubridor en La Banda

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Un recuerdo para Walter Ascher, el nazi y su descubridor en La Banda

A fines de la década del 80 del siglo pasado, quizás principios de los 90, Chito Martínez, cronista gráfico del diario El Liberal, hizo el más sensacional descubrimiento de la historia de La Banda, la segunda ciudad de Santiago del Estero: un conocido criminal nazi había vivido ahí a principios de la década del 50.

¿Había alguna forma de saber si ese tal Walter o Gualterio Ascher, era un nazi, según se comentaba en voz baja? A Chito se le ocurrió una idea. Consiguió un libro de la Segunda Guerra y tomó una foto de Mengele, pues aparecía en una de sus páginas. Luego fue, uno por uno, a quienes decían haberlo conocido, les preguntaba quién era y casi todos coincidieron: “El doctor Ascher”.

Fue una revelación sensacional. Casi todos los diarios y revistas de Buenos Aires y el mundo se hicieron eco de la noticia. Se supo entonces: este “doctor Ascher”, había vivido en La Banda con una gringa que fumaba en público, en una finca algo retirada del pueblo. De vez en cuando iba a hacer las compras en sulky. Y antes de marcharse, dejó una pistola Luger a un amigo, regaló un escritorio a otro, mató sus perros y desapareció para siempre.

Tras la publicación de la noticia, el juez del crimen de La Banda, Andrés Francisco Miotti, levantó una información sumaria para averiguar si Ascher y Mengele eran la misma persona y recopiló lo publicado en un voluminoso expediente. Citó a quienes aparecían en las crónicas para ratificar sus relatos, recabó firmas del alemán, puestas en aquí y allá, en instituciones y papeles privados.

De un día para el otro, Chito se vio convertido en una celebridad en Santiago y en la Argentina. En varias ediciones del diario El Liberal se contaron las peripecias del nazi en La Banda. Todos lo conocían y le palmeaban el hombro, lo reconocían por la calle, se decían sus amigos: “Mirá qué bárbaro lo que ha hecho”, lo felicitaban.

Pero, un buen día, como suele suceder, la noticia se diluyó entre otras y el caso se fue olvidando. Mientras tanto, porfiaba en que Mengele había dejado una semilla monetaria en la provincia, señalaba un grupo económico ya desaparecido, supuestamente socio supérstite, digamos, de aquella incursión del nazi. Y sostenía las pruebas.

Pero en el diario no le quisieron publicar nada más sobre el asunto. En la redacción, tal vez creyeran que había un hartazgo entre la gente si seguían dándole al tema, pero Chito sospechaba algo peor, los socios eran personas muy conocidas e influyentes en la sociedad y el diario no quería meterse con ellos.

Al tiempo lo cambiaron de sección, forma nada elegante de echarle flit, pues sabían que no se sentiría cómodo en ninguna otra parte del diario. Era toda una institución en La Banda, ciudad ajena, de la que se enamoró perdidamente. Renunció y empezó a venirse, como dice el tango, “cuesta abajo en la rodada”.

Pidió un empleo en el Nuevo Diario de Santiago, después algunas arduas gestiones, se lo dieron, pero no era lo mismo y duró poco. A todo esto, su otro trabajo, el de fotógrafo de sociales, iba de mal en peor, pusieron una casa de fotos a la vuelta de su negocio y dejó de tener el curro de llevar a revelar los rollos a Santiago, para peor, en ese lugar también vendían rollos, y de yapa hacían fotos carné, completito.

Al final terminó laburando en la calesita del Veredón de La Banda, tomaba fotos a los chicos y las vendía en unos marcos de hechura propia. Triste, vencido, casi desconocido en una ciudad cuyas instituciones había ayudado a levantarse y hacerse grandes, el 10 de febrero del 2011 dejó de pelearle a la vida, se murió, es decir. Las efemérides de los burocráticos dueños de las lapiceras del poder, instauraron el 10 de febrero como el “Día del Fotógrafo Bandeño” para homenajearlo. Justo a él, que decía que era cronista gráfico, casi un insulto a su memoria.

Unos años después, para este tiempo, con unos amigos mandamos a digitalizar el pesado expediente del juez Miotti, sacamos 10 copias en papel y organizamos un acto en el Sirio Libanés, para entregarlas a las bibliotecas populares de La Banda, supuestamente custodias fieles de la memoria del pueblo. Invitamos por nota a todas, no se presentó ni una.

Hoy, acomodando los libros de la biblioteca, hallé un ejemplar del expediente. Como siempre, me sigue pareciendo increíble su partida, es duro ir a la vecina ciudad, como le dicen los periodistas, y no toparlo con su máquina colgando del cuello, caminando las calles, sentado en el bar de Camilo, en noches interminables de la parrillada El Vasco o en su negocio de la España.

Aguarde, voy redondeando el escrito, sólo para avisar que he vuelto a perpetrar un escrito en su memoria.

Hoy, día de los fieles difuntos del año del Señor del 2020, lo recuerdo.

Pero vivo.

Juan Manuel Aragón                   

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