09/12/2020

Opinión

Dios no es un robot en piloto automático

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Dios no es un robot en piloto automático

Dios no funciona en piloto automático. No es que usted le ofrece un sacrificio, una oración, una limosna, a cambio de algo y él siempre cumple. Si usted hace su parte, él no tiene por qué verificar la suya. El asunto no funciona de esa manera, aquí no anda la lógica de los hombres. Los romanos decían “do ut des”, doy para que des. Bueno, a Él no lo van a conformar con eso.

“Fulano me provocó mucho daño, pero Dios le va a hacer pagar, en este mundo, todas las perradas que me hizo, ya vas a ver. Allá arriba hay alguien muy grande y si alguien hace una maldad, interviene en persona para poner las cosas en su lugar”, sostiene alguno. Y no es tan así, vea.

Hay varias posibilidades.

La primera sería, sí, Fulano le hizo daño pero no se dio cuenta del estropicio provocado o no creía que fuese para tanto, en cuyo caso, si no hubo intención, es casi seguro que estaría eximido de culpas, ¿no le parece?, ¿o usted nunca hizo un comentario, hirió a otra persona y sólo se percató tiempo después cuando un tercero le advirtió que había causado un perjuicio? Lo mismo en este caso.

Otra. Después de maltratarlo, denigrarlo, perseguirlo, Fulano se casa con una mujer excepcional, tiene hijos buenos, educados, estudiosos, deportistas, consigue un mejor trabajo, gana mucho dinero, es considerado un hombre compasivo en la sociedad, un benefactor, un bienhechor, alguien humano y piadoso. “Ah, pero algún día las va a pagar”, sigue sosteniendo usted. Puede ser, pero puede no ser. También sería factible que Fulano sufra de algún mal doloroso, pero usted ni nadie se dé cuenta de ese detalle. En cuyo caso se cumplirá su vaticinio, pero al ignorar el detalle, sería posible creer en una falla de Dios.

Mire, no es mecánico el asunto. Millones de personas en todo el mundo compran todos los días un billete de lotería o algunas de las otras rifas más o menos millonarias ofrecidas por los traficantes del alma ludópata de la pobre gente. Cientos de miles, con el billete en el bolsillo, piden “Diosito, haceme ganar, por favor te pido”. Y no, amigo, por ley van a ganar muy pocos o uno solo. El resto va a ser comparsa, mejor dicho, muchos aportarán al premio para solamente un afortunado. Quien quede con toda la plata ni siquiera será el más bueno de todos y no es seguro que la emplee en buenas obras, como usted, que pensaba donarla para obras de caridad.

Alguien debería decir a los que creen en el cosmos como un mecanismo haciéndolo marchar con la lógica de la venganza de un ser superior contra quienes se portaron mal: ”Che, eso es brujería, superchería de alma simples, date cuenta”.

Dios no es el dios formado dentro del corazón de cada uno, por más promesas hechas, sino el que todo lo ve y todo lo sabe, pero no le pidan arreglar el problema de la ex novia del hijo para hacerla volver con el chango porque, para bien o para mal, no está en esa, o sí, pero no lo sabemos. Tampoco es un ser mágico como algunos muestran.

No voy a entrar en consideraciones religiosas ni en honduras de la teología, pues simplemente no me hallo capaz, no entiendo mucho y cualquiera va a salir a refutarme con muy buenos y mejores argumentos. Solamente diré esto: el Dios de los que creemos no es una marioneta mecánica, un robot que, dados ciertos acontecimientos, actúa de tal manera y si se presentan otros, hace algo distinto.

Los católicos, hechos para la muerte, esperamos que al venir a buscarnos,estemos con las luces encendidas, velando las armas, así su llegada no nos sorprende en pecado mortal.

Endemientras, hermanos, oremus.

Juan Manuel Aragón                   

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