12/01/2022

Opinión

Esa mujer del aparato te avisa: te conectan, amigo

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Esa mujer del aparato te avisa: te conectan, amigo

Situación 1. Quiere hablar por el telefonito con alguien. La voz de una mujer le avisa algo ambiguo: “Este número no corresponde a un abonado en servicio”. Usted duda, ¿es un número válido o no?, ¿qué significa “abonado en servicio”? ¿acaso la persona a quien usted está llamando no tiene un aparato? Pero, ¿cómo puede ser si lo hablé quichicientas veces y nunca antes me dijo lo mismo? Usted revisa su teléfono, a ver si está bien y aparentemente no tiene ningún golpe. Vuelve a marcar, con el marcado automático, obviamente, y lo comunican. ¿Qué sucedió?, un misterio.

Situación 2. Usted envía un mensaje por Wahtsapp, a un amigo. Pero el otro no responde. Alguien le dice: “Fijate a qué hora entró por última vez”. Usted se niega hacerlo. Todo el mundo está todo el día con el teléfono prendido, no lo apaga ni para ir al baño ni de noche ni en el casamiento de la hija ni cuando esperaba que le den la primera comunión al nieto ni en la entrevista con el Papa, ¿por qué tengo que fijarme a qué hora entró por última vez si nunca se desprendió del aparato maldito ni lo apagó ni se desconectó, desde que lo compró hace 20 años?

Situación 3. Antes de llamar a un amigo, la voz de esa mujer le avisa: “Telecom nos conecta”. Y a uno le dan ganas de responderle: “A tu hermana la conecta”. Y uno se pregunta por qué se hacen los amigos. Quién le dio tanta confianza a esa mujer, para avisar que su empresa me conecta también, igual que a ella. “Por lo menos a mí me conecta con el precio de las carísimas llamadas, a usted no sé, doña”, dan ganas de responder. Esa misma mujer, antes decía “Personal te conecta” y uno no sabía si era una provocación para ir a la compañía a boxear con los dueños o qué. Ahora también la conecta a la mujer, uf, al menos somos dos.

Situación 4. Necesita hablar con un amigo, es urgente, ahora o nunca. Y no hay caso, no responde. Al principio usted piensa, debe ser algo de la empresa. Vuelve a llamar: nada. Se emperra, marca el número setecientas veces: el mismo resultado. Al final deja de intentar, cansado y pierde la oportunidad de un negocio o de una acertada llamada. Luego averigua lo sucedido. Se olvidó el aparato en la casa. En 20 años de nunca dejar el aparato ni a sol ni a sombra, primera vez que le ocurre el percance —real o mentido— y fue justo cuando usted lo quería hablar. ¿Yeta?, puede ser, pero son demasiadas coincidencias.

Situación 5. Está en la casa de fin de semana del concuñado y necesita hablar con alguien. Intenta una vez, nada, dos veces, lo mismo. El dueño de casa le dice que justo ahí no tienen buena señal. ¿Cómo es eso?, se pregunta uno y luego reflexiona: “Cuando me vendieron el aparato me dijeron que servía para hablar en todo el país, la finca del pariente de mi mujer queda en la Argentina, luego, debo llegar a una conclusión: los dueños de la empresa que me vendió el teléfono son unos mentirosos”.

Situación 6. Uno anda tranquilo y de repente lo llama un amigo para decirle que lo estuvo hablando durante todo el día sin poderse comunicar. “¿Has tenido el teléfono todo el día?”, le preguntan. Sí, por supuesto. “¿Tienes crédito?” Anteayer le cargué y todavía no se gastó del todo. “¿No sonó tu aparato?”. Ni un quejidito ha echado. Pregunta a un conocido, experto en teléfonos y solamente le dice “puede pasar”. ¿Porqué? Respuesta: “Te lo explicaría, pero no lo vas a entender”.

Hay muchas más situaciones como las narradas. Todas las cuales confirman la primera de las premisas de todos los teléfonos del mundo: son fuente de angustia permanente, pequeña cajita de frustraciones, aparato maldito para perder el tiempo lastimosamente, intentando hacer con él, algo prometido pero raras veces cumplido.

PS. Cuando muera, he pedido que me entierren con mi telefonito, así se pudre conmigo, ese maula. Ojalá los gusanos empiecen comiéndole la pantalla.

Juan Manuel Aragón                   

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