La honestidad de los comerciantes es mayor que la de otros oficios

Cuando existía la prensa escrita, decíamos: “No hay nada más viejo, que un diario de ayer”. Se señalaba la antigüedad de asuntos sucedidos hace horas. Pasado un día ya eran noticias fuera de moda. Tal vez el mundo del siglo XIX o antes, se manejaba con repeticiones obvias. Hoy un chiste viejo siempre es malo.

Quizás tuvo éxito el primer comerciante que usó la mentira sobre el precio, rebajándolo unos centavos para hacerlo parecer más barato. Una fórmula tan vieja, gastada, trillada, no hace entrar por el aro a nadie. El 9 con 99,99 no funciona, porque al acto decimos:”¡Diez!”.Sin embargo, insisten.

¿Se imagina yendo al supermercado de la yerba Carisma a 129 pesos con 90, llevándole los centavos en monedas de a uno? Lo más probable es que la chica de la caja no los conozca y llame al supervisor para preguntarle si los recibe o le piden pagar con plata. Siguen en circulación las monedas de uno, cinco, diez, veinticinco y 50 centavos, pero no corren más desde hace varios años. Y cuando circulaban, las compraban por su peso en metal.

Mire, si el paquete de yerba costara 132 pesos, parecería un importe más justo: como si el dueño del negocio hubiera intentado ajustarlo lo más posible, pero no llegó. Cualquier otro precio tiene una exactitud de la que carece el 129,90.

Los comerciantes son movidos por el afán de lucro, no como los abogados que dicen defender la libertad de sus clientes o los médicos y su misión de salvar vidas, pero en el fondo también quieren ganar dinero. En ese sentido, los comerciantes son más honestos: no quieren hacer creer a nadie que son algo que no son. Pero, no se pasen de pillos tampoco, ¿no?

Juan Manuel Aragón

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