08/05/2021

Opinión

El táper entrega su personalidad a los hogares modernos

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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El táper entrega su personalidad a los hogares modernos

Más que un recipiente para la comida, los táperes son un vaivén de amor pasando de casa en casa, llevando y trayendo quizás secretos de recetas centenarias en sus entrañas: el difícil pastel de novios, la empalagosa ambrosía, el maravilloso dulce de anco o la simple y jodida sencillez de un perfecto guiso de lentejas.

Miren lo que pasa: Yilé, Curitas, Geniol, Coca, Raid, Maicena, Rimmel, Voligoma, Off, son marcas identificando a un producto. Es más difícil nombrarlos como hoja de afeitar, apósito antimicrobiano, analgésico antifebril, gaseosa, matamoscas, mosquitos y cucarachas, fécula de maíz, máscara de pestañas, pegamento, repelente de mosquitos.

Llamamos con el apócope táper, a todo tazón plástico, de cualquier tamaño, con una tapa de cierre hermético, ideal para para transportar comida. Es una marca, castellanizada, traducida y, digámoslo también, copiada, burlada, violada, porque los verdaderos—verdaderos, son carísimos.

La prolijidad del hogar de una pareja de recién casados, empieza a descuajeringarse cuando la mujer lleva un pollo a la casa de su madrina y se olvida el suyo, pero se compensa pues una amiga trajo un bizcochuelo y no se acordó de llevarlo de vuelta. Y en ese intercambio amable, de comidas y recipientes, la cocina de cada casa va forjando su personalidad e identidad propia, particular, familiar diríamos.

Antes de terminar, vaya desde aquí un saludo a don Earl Silas Tupper, cuyo magistral invento evitó que le dijéramos portacomidas, fiambrera, tartera, tarrina, portaviandas o lonchera, como en las películas. Y mucha suerte para a quien se quedó con el que llevamos un postre a la casa de mi mamá. Ninguna de mis cuñadas dijo haberlo visto, ¡qué raro, che!

Juan Manuel Aragón                   

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