La soja, los cerdos y la democracia de exportación

Al cerdo alimentado con soja, en la Argentina le hallamos un gusto raro. Cuando hay uno que ha comido eso, antes de faenarlo, lo hacemos pasar por lo menos un mes comiendo maíz para que le vuelva el sabor que nos agrada. La mayor parte de la soja, la exportamos en forma de harina, para forraje de chanchos europeos o chinos.

Es uno de los principales envíos argentinos al exterior. Ahora pocos nos compran carne de vaca, porque abrimos y cerramos el grifo, según el gobierno que ocupa el poder. En estos últimos cuarenta años, digamos, hemos retrocedido hasta ser un país, no digamos pre industrial, sino pre “granero del mundo”.

Hay amigos que sostienen que quizás sea un castigo por haber invadido las Malvinas. Usted dirá: “No estaba de acuerdo”. Pero, para quienes gobiernan el mundo su opinión, don, es nada.

Como que dijeron: “¿Qué es lo peor que les podemos mandar a estos tipos que estuvieron a punto de ganarnos?”. Concluyeron que era la democracia y entonces se ocuparon de mandarnos una con forma de prócer de 1853, copiando una mala traducción hecha por un cubano, de la Constitución norteamericana.

Dicen los amigos: no diga que es una mala forma de gobierno, pero no hay otra mejor, porque Estados Unidos, sin ir más lejos, tiene una monarquía constitucional, con un presidente que reina, pero no gobierna y le va bastante bien, con resortes propios de su régimen, que nos están vedados, ya sea por ley o por tradición. Báh, digo, es una teoría —quizás peregrina— de amigos que, muy de vez en cuando me invitan a un asado. Si quiere los pongo en contacto para que la discutan. ¿Qué opino, pregunta? Para mí jugoso.

Juan Manuel Aragón

Leer más notas de Juan Manuel Aragón