03/10/2016

Culturas

Según los historiadores

Dormir ocho horas diarias es un hábito antinatural

Con el paso del tiempo y la tecnología los humanos comenzaron a experimentar un cambio en el ciclo de sueño.
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Nuestros ancestros dormían de una manera diferente: se acostaban al anochecer, despertaban en medio de la madrugada.

La idea de que el ciclo normal de sueño considerado como “natural” y “saludable” para los humanos es de 8 horas, ha quedado en entredicho en el último tiempo gracias a las investigaciones que ha realizado el historiador Roger Ekirch.

El experto de Virginia Tech ha estudiado escritos de tiempos inmemoriales, descubriendo que nuestros ancestros dormían de una manera diferente: se acostaban al anochecer, despertaban en medio de la madrugada -manteniéndose activos entre una y tres horas- para luego volver a dormir.

Estos periodos eran conocidos como el primer y segundo sueño, y entre estos dos ciclos las personas aprovechaban de realizar aseo, revisar a sus animales, conversar con sus vecinos o incluso mantener relaciones sexuales.

Ekirch llegó a esta conclusión tras examinar una gran cantidad de periódicos, cartas, novelas, informes forenses, de medicina y psicología, entre otros.

En 2006 publicó su libro “At Day’s Close: Night in Times Past” (“Al final del día: La noche en los tiempos pasados”, en español) en el que explica que hasta antes de la llegada de la iluminación a gas, las ciudades terminaban sus actividades con la irrupción de la oscuridad en las noches.

Es así como mientras los delincuentes aprovechaban de salir a cometer sus fechorías, los encargados de la seguridad debían esperar la llegada del alba para volver a salir a patrullar.

Esto hacía que a excepción de los más adinerados, durante las noches la mayoría de la población procedía a dormir, ya que no tenían mucho más que hacer.

Sin embargo con el paso del tiempo, y la llegada de la era de la iluminación eléctrica, los humanos comenzaron a experimentar un cambio en el ciclo de sueño que mantuvieron durante miles de años.

Tal como recogió el sitio especializado Psychology Today, los estudios de Ekirch señalan que en el pasado los días podían llegar a tener 14 horas de oscuridad, especialmente en invierno, razón por la que se habría originado el ciclo biológico del primer y segundo sueño.

Pero con la irrupción de la electricidad se extendió la vigilia y disminuyó el descanso, lo que forzó al hombre a dormir incluyendo una pausa entre medio para así llegar al amanecer.

A comienzos de los años 90 el psiquiatra Thomas Wehr llevó a cabo un interesante estudio: pidió a ocho voluntarios que vivieran por una semana en una pieza especialmente acondicionada, sometiéndolos a 14 horas de completa oscuridad cada día, replicando lo que muchos de nuestros ancestros solían experimentar.

Sorprendentemente los sujetos comenzaron a dormir cuatro horas, seguido de tres horas de vigilia, para luego volver a dormir cuatro horas más.





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