Al maestro Luis Dorieux con cariño

Más allá de cierta edad empezamos a morirnos poco a poco en otras muertes, escribía (palabras más palabras menos) Julio Cortázar. Y en el ambiente del rock tucumano, cuando empezábamos a querer sanar la herida de la pérdida de Esteban Cerioni, esta semana las noticias volvieron a golpearnos con el anuncio de la partida de Luis Adolfo Dorieux.

El Gordo, lo sabemos todos, era baterista y uno de los fundadores de Los Peces Gordos, mítica banda de la provincia, pero antes de eso ya había hecho toda una historia en la música, en escenarios de bares, cabarets y subsuelos.

Dorieux fue el motor de Los Peces en aquellos años gloriosos y un verdadero símbolo del rock tucumano. Motor que empuja desde atrás, al revés de como decía Enzo Ferrari que tenía que ser, pero así es el rocanrol, marcando el ritmo en las buenas y moviendo la maquinaria en las malas, para que no se oxide. Los últimos 15 años le pusieron grandes desafíos en su salud, sin embargo fue él el que siempre buscó salir adelante, con trabajo, investigación y docencia, logró que Los Peces Gordos siguieran tocando aun hasta los últimos meses, cuando celebraron sus 25 años con la música en el teatro Alberdi.

Todos los que recuerdan al Gordo, por encima de la tristeza, lo hacen con el cariño que se ganan los maestros, los que lo acompañaron en cualquiera de sus etapas afirman llevarse algún consejo o enseñanza, tanto de la música como de la vida.

La comunidad artística tucumana tiene una deuda grande con Luis Dorieux, ni hablar del entorno rockero que gracias a personas como él lograron en los últimos años encontrar muchas puertas abiertas que históricamente habían estado cerradas o ni existían.

Se fue el Gordo Dorieux, dejó grandes momentos, fue titán, sonó en la radio, puso sonrisas y acompañó a montones. Estará siempre en las canciones, en las anécdotas y en los recuerdos que dejó, para un rocanrol que nunca lo va a dejar de extrañar. ©ElDiario24