26/06/2021

Culturas

nobles y plebeyos

Revelaciones de los dimes y diretes de la realeza europea

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Revelaciones de los dimes y diretes de la realeza europea

Me encantan las notas sobre la realeza europea. Porque uno también tiene su costado frívolo, che. Cuando trabajaba en el diario y picaba cables, siempre cortaba los que hablaban de los reyes de España, Bélgica, Inglaterra. Si no se publicaban, los llevaba a casa para leerlos.

No soy un fanático, solamente alguien a quien le gusta —vergonzosamente— un tipo de literatura, no digamos inferior, porque no lo es, pero no adecuado a lo que esperan de uno. Es curiosidad por un tipo de vida opuesta a la mía.

Las monarquías nórdicas son embolantes, políticamente correctas, todos hacen lo que se espera de ellos, las mujeres son lindas, los hombres pintudos y los chicos rubitos paja de escoba. La reina Máxima, casada con ese cara de nada, pocas veces da que hablar y las hijas son correctas, gorditas como princesas de cuentos, nada del otro mundo.

La clásica es la monarquía inglesa. Son ñatos estirados, andan todo el día: “Pase vuesa merced, Perkins, suba a la almena del parapeto del castillo a otear el horizonte”. Se comportan como reyes y príncipes, no hacen cosas de plebeyos ni se tiran de humildes, para qué, si todos saben de qué laburan.

Desde la muerte de Lady Di, todo iba por carriles previsibles, hasta que apareció esa Meghan Markle, haciéndose la qué. Por ser norteamericana quería llevarse a todos por delante. Debajo de esa pinta de mosquita muerta se escondía una bruja de aquellas. Primero parecía modosa, buenita, pero todos sospechábamos que en cualquier momento iba a sacar a relucir en contra de los reinaldos, ese resentimiento de mala comedia yanqui.

Lo hizo con una jugada de manual. Acusó a los parientes del marido de no quererla por morocha. La verdad es que el color de la piel les importa poco, pero igual que usted y yo, le veían pinta de chirusa. No es la primera vez que una mujer hace pelear al marido con su familia, tampoco ha inaugurado esa moda en la monarquía inglesa, desde Enrique VIII, que creía que para dormir con una mujer primero había que casarse con ella, hasta Eduardo VIII, que cambalacheó el Reino Unido por otra piruja.

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