24/03/2020

Opinión

Esta vez el lindito de la película no nos va a salvar

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Esta vez el lindito de la película no nos va a salvar - Donald Trump cuando estaba en el Ejército

A último momento, cuando la tensión se hace insoportable y en la sala no vuela una mosca, siempre, pero siempre—siempre—siempre, el muchacho lindito salva a la humanidad y de yapa se gana a la chica hermosa con la que se supone que vivirá un romance cuando la película termine y usted vaya rumbo a la casa, sacándose con los dientes los pochoclos que le quedaron pegados en el paladar. ¿No ha pensado en que ahora los yanquis deberían pedir perdón por habernos hecho creer que eran altruistas y querían que el bien triunfara sobre el mal?

Pero, vamos por partes. El mundo que salvan los norteamericanos es el mundo norteamericano, que para ellos es el único que existe. Los malos son siempre de algún país europeo, si son rusos mejor y por añadidura, los europeos también zafan de la amenaza que iba a hacer añicos la Tierra.

Nunca nos salvábamos nosotros ni los africanos ni los asiáticos (de hecho, a veces el malo era japonés, chino o malayo).

A veces la humanidad no se salvaba de ser hecha papilla sino simplemente de caer en manos de un dictador que iba a cambiar el estilo de vida de todos, que es el estilo de vida norteamericano, quién lo duda.

Antes del coronavirus, pagábamos la entrada del cine para ver cómo una raza superior era capaz, con la sola fuerza de voluntad de un solo tipo, de vencer todas las adversidades y convertir lo que era sucio, rastrero, vil, despreciable y mezquino en algo superior, la fuerza del bien, encarnada en ese muchacho bueno que al final, cuando todo parecía perdido, apagaba el botón que desactivaba las fuerzas del mal. La humanidad redimida por un tipo que además, era musculoso, tenía una puntería maravillosa y hacía asombrosas piruetas en una nave espacial en movimiento, que usted ni en pedo intentaría en el patio de su casa, entre la pared de su habitación y la higuera.

Bueno, todo es mentira.

Nunca tuvieron la intención de salvarse o salvarnos. Eran puras patrañas de Hollywood, jueguito para la tribuna.

El muchacho norteamericano que es a la vez todos los muchachos norteamericanos que hay en el mundo real de Estados Unidos, no quiere hacer cuarentena, deja que la pandemia penetre en su casa con una fuerza de los mil demonios y mate a cientos de conciudadanos sin que se le mueva un pelo. Cualquiera rogaría que se maten, total, tanto daño han hecho alrededor del mundo que no vamos a llorar la destrucción de su país por una pandemia o por un malo con cara de malo.

El drama es que este coronavirus ha puesto de manifiesto que nos salvamos entre todos o no zafa ni el loro. Al menos por el momento y por un tiempo más, la solución es quedarse en la casa todo el día y no asomar el hocico a la vereda. Si todos los países lo hiciéramos al mismo tiempo, en unos meses detenemos la epidemia. Es sólo cuestión de ponerse de acuerdo. De esta no salimos en forma individual, ni como familia ni como barrio ni como ciudad ni como país. Todos tendríamos que acordar —y luego respetar— la cuarentena: italianos, españoles, brasileños, bolivianos, norteamericanos y capaz que en un año termina esta pesadilla atroz.

Pero el muchacho lindito, capaz de apagar una bala en el ojo a un malo, a cien metros de distancia desde una nave espacial en movimiento, se niega. Él va a salir de su casa las veces que se le cante, porque para eso vive en un país libre. No quiere aislarse el ñorse. Si el mundo se viene abajo, que se venga abajo, no va a abandonar su estilo de vida por una epidemia de morondanga inventada por los chinos solamente para cagarle la vida a él.

La próxima vez que compre una entrada para el cine, será porque entre todos vencimos al muchacho de la cinta y no porque él les ganó a los malos. Con quedarnos en la casa, rascándonos la panza a la mañana con la mano izquierda y a la tarde con la derecha, de yapa le garcamos los planes de quedarse con la chica hermosa.

Si zafamos de esta, ya sabe, hay que proponerse nunca más sentir admiración por esas ideologías foráneas que nos comen el cerebro, el cerebelo y el bulbo raquídeo. Si el mundo zafa de esta, habrá sido por cientos de millones de héroes anónimos como usted, que hizo la patriada de quedarse en la casa cuando hizo falta.

Le pido por favor que apague la tele un rato y busque en internet “Martín Fierro”, cuando termine de leerlo siga con “Shunko” si es que lo tiene o cualquier otro autor argentino, hispanoamericano o español. Deje que el muchacho yanqui salve el mundo tranquilo, aquí, entre usted y yo, sabemos que el chango ni siquiera puede ponerse de acuerdo con sus vecinos para una chota cuarentena. Quién le va a creer, oiga.

©Juan Manuel Aragón         

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