En las relaciones con los hijos también hay que sumar

Se junta con malos changos, pero es distinto. Va a lugares medio jodidos, pero no es igual al resto. No me hace caso, ya va a entender. Le faltó el respeto a un par de maestros, es que le exigen mucho. A veces vuelve a casa a deshora, como todos, ¿no?

Si se pone remeras con carteles en inglés no tiene por qué ser un cipayo, ¡baje un cambio! Si pasa todo el tiempo con el teléfono no tiene la cabeza envenenada. Si toma bebidas alcohólicas de vez en cuando no es que va a ser un borracho. Si falta seguido a la escuela sin razón no quiere decir que no aprende nada. Si pelea con los compañeros no es necesariamente un violento.

Porque escuche una cumbia villera no se va a hacer delincuente. Porque vea televisión no va a asimilar otra cultura como propia. Porque oiga un reggaetón no se va a volver misógino. Porque no lea libros no va a ser un inculto. Porque le cumpla los caprichos no tiene por qué desconocer la autoridad. Porque le de con los gustos no tiene por qué tener una visión equivocada del deseo y el esfuerzo.

Cambia de humor repentinamente, seguramente le molesto, debo cambiar. El dinero no le alcanza, tendría que darle más. No quiere que entre en su habitación, soy un entrometido. Habla poco con su madre, conmigo, con los hermanos, no se junta con los amigos de siempre del barrio, se volvió hosco, todo pasajero.

Pero, dirá usted, son cositas de nada, sin importancia, nimiedades, naderías, minucias, macanitas, tonteras, pequeñeces, insignificancias. ¿Sabe qué?, tiene razón. Ahora sume todo. Y después me cuenta.

Juan Manuel Aragón

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