13/11/2020

Opinión

La poesía son palabras puestas de arriba para abajo en fila india

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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La poesía son palabras puestas de arriba para abajo en fila india

¡Ah!, la poesía es otra cosa. Algunos creen que es lo mismo redactar un cuentito o reflexiones sobre la vida, el amor, esas cosas. Pero en fila india y de arriba hacia abajo. Cuestión de formas, la poesía es vertical, la prosa horizontal.

Es fácil, piensan muchos. Y se lanzan al mundo de los versos con unas ínfulas que reíte de Rubén Darío, Dante Alighieri, José Hernández. Además, ahora no se exige rima, ritmo ni métrica, y cualquier vieja jubilada, sin un soto para hacer en la vida, se adhiere a una asociación literaria, redacta sus versos, los publica, se hace alabar por las otras afiliadas y sale a la calle con el título de poetisa grabado en la frente. Orgullosa y feliz. La invitan a congresos y encuentros y el último día hacen un baile con los otros poetas todos jubilados como ella. Una maravilla.

Otros le pescaron la mano a eso de la poesía con lo de la falta de sentido. Hay un público digamos, para el que, cuanto menos se entienda, mejor, pues así su autor parece propietario exclusivo de un arcano, un misterio para volverlo más interesante. (Una vez me dieron a leer, en voz alta, un poema de uno de estos autores. Se me ocurrió comentar: “¡Guardia!, se viene”. Uno solo me entendió, pero no vale, era de mi edad).

Los jóvenes están escribiendo versos magníficos, maravillosos, pero solamente entendidos por ellos, si es que, obviamente. Como la rebelión se puso de moda, ¿vio?, hacen poemas con palabras sueltas, tipo “morena, avión, estúpidos, rosa, beso, color, brujas”, después le ponen un título tipo “aroma”, en minúsculas para hacer más notable su transgresión. ¡Oh!, me muero, qué intelijudo que había sabido ser el hombre, transgrede con las minúsculas y no usando puntos ni comas, parecería el Che Guevara de las letras, si no fuera porque miles antes hicieron lo mismo.Después se aplauden puros ellos, conformes con no haber comprendido ni una palabra.

¿Vos sos uno de los que sostienen que la poesía debe ser al menos entendible y para gente con una inteligencia media?, entonces estás loco, boló, te dirá un concurrente a las tenidas para recitar versos que ni el autor sabe de qué hablan, entre otras cosas por las sustancias medicinales con que se dan a cuatro manos.

Para no hablar de los otros, comprometidos hasta la manija con la causa nacional y popular, pero cada tres palabras largan un “bro”, un “sis”, un “oquei”, un “podcast”, admiran el rock pesado, en inglés of course, se ponen remeras con inscripciones en otros idiomas, van a los recitales de cuanta banda norteamericana toca en Buenos Ares y en un rinconcito libre del cerebro tienen una vaga idea de quién fue Raúl Scalabrini Ortiz, pero sin leerlo, man, es difícil.

Después es cuestión de adoptar algún tic, algo característico de un poeta notable. No bañarse podría ser, pero está muy visto, además lo usaban muchos del pasado, fabricantes en serie de versitos que rimaban, ¡chuchis! Lo más recomendable para ser un poeta interesante es hacerse trencitas en el pelo los varones, con aros en la nariz, obvio, o raparse la cabeza del todo las mujeres. Peinarse a la gomina también puede ser, ¡qué genialidad!, una vuelta de tuerca magistral sobre las convenciones establecidas por la sociedad de consumo, machista y facha. Eso es escupir en la cara de los viejos carcamanes sus propias certezas.

Mientras usted crea que ser joven da derecho para todo, está bien, amigo, metalé para adelante, no le afloje al asunto, ¡vamos!, déle para adelante, cinche y llegamos. Pero la juventud, al final de cuentas viene a ser una enfermedad que solamente necesita tiempo para curarse. Y un buen día viene otro más joven y le escupe en la perra cara: “Estás escribiendo antigüedades, asuntos obsoletos, pasados de moda, ahora la cosa va por otro lado”. Usted hizo de su edad una bandera y se percata de los años pasados al pedo, defendiendo algo tan insustancial como el viento.

Entonces compra anteojos de ver de cerca, se calza un traje, agarra un maletín y simplemente labura, cumpliendo el deseo de sus padres, sus tíos, algunos amigos jodidos y todos esos viejos. Se casa por la Iglesia, bautiza a sus críos y trata de sacarlos distintos a usted, encarecidamente.

Aunque sea tarde, metalé nomás. Declare que ya no es poeta o confiese a los amigos que la puta sociedad lo terminó corrompiendo para obligarlo a vender jabones por la calle. Ballenitas, galletas rellenas, globología, cualquier cosa.

A fin de año, los cohetes dejan buena ganancia. Posta.

Nos vemos en la vereda del mercado.

Juan Manuel Aragón                   

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