Opinión
Para qué quieren un estadio de fútbol los santiagueños
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Para qué quieren un estadio de fútbol los santiagueños
Casi todo el territorio de Santiago es salitroso, su riqueza eran sus bosques, estragados a fines del siglo XIX y el XX por compañías madereras inglesas que usaron su quebracho colorado para hacer durmientes de ferrocarril.
Sin paisajes naturales esplendorosos, sin tierra negra y fértil, durante muchos años sin una estructura de producción sólida, el mundo, se acostumbró a que así nomás debía ser. Los santiagueños debían resignarse a ser pobres. Listo, chau.
Pero empezaron a sacar la cabeza fuera del agua y llegaron las críticas. Dicen: han construido un estadio lujoso, un autódromo para el Primer Mundo, el mejor club de golf de Sudamérica. Claro, para ser consecuentes con el pasado, el estadio debía tener tablones de madera, con jugadores perdidos en el polvaderal de la cancha. Ya tenían un kartódromo, para qué más. ¿Golf?, confórmense con jugar a las bolitas.
Las obras, dizque faraónicas, dan trabajo o facilitan la vida de cientos de santiagueños. Desde el pavimento del Arenal al Bobadal, hasta la nueva Costanera, de cerca de 20 kilómetros de largo, pasando por innumerables obras públicas necesarias, y una ley de promoción para que varias empresas se establecieran en toda la provincia y sobre todo a la orilla de la ruta 34.
¿Alguien habla del faraónico Metrobús de Buenos Aires? Cuando se busca en internet “Paseo del Bajo”, lo primero que se halla son sus ventajas sin calificativos: lo de Buenos Aires no es faraónico, fastuoso, lujoso. Si está en contra del gobierno de Santiago, felicitaciones. Pero, por favor, use un poquito la imaginación para opinar. No ofenda a miles de santiagueños que aprovechan las obras todos los días y no se fijan en quién las hizo.
