Opinión
El club de los que no creen en Dios no admite excepciones
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El club de los que no creen en Dios no admite excepciones
Hay clubes que aceptan heterodoxos, como el de los gustos musicales. Alguien es fanático de Mozart, Atahualpa Yupanqui y Los Palmeras al mismo tiempo. O hincha de Boca Juniors en el orden nacional y de Juventud Antoniana en Salta. O le gusta Joaquín Sabina y Ricardo Arjona.
Otros no admiten desviaciones: el Club de Truco de los jueves es para truquear. No hay posibilidades de introducir el ajedrez o las damas. Si no le gusta, no vaya. Lo mismo la peña folklórica, es para oir música pop: no pida jazz, rumba o reggaetón.
Y hay quienes creen que el hombre desciende de un animal —digamos— parecido a un mono que no conservó su instinto de supervivencia, un buen día se bajó de la liana, se irguió, encaró a los leones, las hienas, fabricó herramientas y encendió fuego. Es un club estricto: Dios tiene prohibida la entrada.
Si usted se hace socio, antes de darle el carné le advierten: esto es para ateos, si le gusta bien y si no, ya sabe. ¿Qué significa la ausencia de Dios? Tienen una teoría cerrada por los cuatro costados, sin excusas, como: “¡Bueeeno…!, en determinado momento Dios quiso que el chimpancé fuera hombre, tomó barro y…”. No funciona así el asunto.
Quien acepta la teoría de la evolución, debe tomarla completa. No intente introducir a Dios por un huequito, pues el castillo se desmorona. El club rival en este partido, digamos el biblista, no dice “los darwinianos mienten”. Espera pruebas concluyentes de la presunción de los otros. Con los jugadores sentados, obvio, porque parados se van a cansar.
