14/10/2021

Opinión

Los fanatismos, Santo Tomás, Perón y el temor al hombre de un solo libro

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24).
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Los fanatismos, Santo Tomás, Perón y el temor al hombre de un solo libro

Una vez, hace muchos años, vino a Santiago del Estero un especialista del Martín Fierro a hablar del humor presente en muchos de esos versos. No recuerdo el nombre, pero era un capo el tipo, sabía una barbaridad. A pesar de que la mayoría de quienes lo oíamos, habíamos leído todo el libro y algunos recitaban cientos de estrofas de memoria, igual nos hizo reír a las carcajadas. A la salida, uno de los asistentes dijo: “Este tipo no se acordó de que es una de las obras maestras de los argentinos, ni del criollismo de José Hernández”.

Estaba prefigurada entonces, la aparición del moderno fanatismo, que no tiene una pizca de comprensión sobre los grises que ofrece la historia, pretende ver virtudes inmaculadas en algunos hombres del pasado y se olvida de los claroscuros que, necesariamente, recubren la historia de cada cual. El conferencista aquel anunció que su plática sería sobre el humor del Martín Fierro. Se suponía que lo había leído completo y con mucha atención, pero un descerebrado pretendía que hiciera la salvedad aquella, como si no hubiera estado implícita.

Algo parecido sucede cuando se habla de Rosas. Hay quienes sostienen que al final su régimen estaba gastado y se hacía necesaria una ordenación definitiva del país. Pero siempre sale algún exaltado que recuerda su inclaudicable defensa de los intereses argentinos frente a las grandes potencias mundiales, el tratado Arana—Mackau, la Batalla de la Vuelta de Obligado, en fin. Y sí, amigo, tiene razón, si quiere llevar agua para su molino, meta nomás, quién lo ataja, pero aquí estamos hablando de otra cosa.

Ahí está también el radical que, cada vez que alguien menta a Arturo Illia, para decir que tan democrático no era, si se presentó a elecciones con un partido político proscrito e impidió la vuelta al país de un argentino, justo el jefe del partido al que no habían dejado competir, enarbola el dedo señalando las nubes y se da por ofendido, pues: “Fue el más honesto de los presidentes argentinos”. Se enoja en serio y repite todos los lugares comunes de su partido, señalando los logros de su gobierno, su pobreza, en fin. Pará un poco papito, no te exaltes, estábamos hablando de otra cosa. Otro día trataremos de la pobreza de don Arturo, su trabajo en una panadería y todo eso. Pero, si cada vez que lo nombramos debemos largar la chorrera de cosas que hizo en su gobierno, no terminamos más.

Se le atribuye a Tomás de Aquino la frase: “Temo al hombre de un solo libro”. El santo que escribió la Summa Teológica, uno de los textos fundamentales del occidente cristiano, sentía temor de debatir con el fulano que basaba todo su conocimiento en una idea esencial y poco fundamentada. Sabía que contra él tenía perdido el debate.

Y dejo aquí el tema, para comentar que en un diario de Santiago hubo una vez un jefe de Redacción que decía con orgullo que sólo había leído los libros de Juan Domingo Perón. No sabíamos por qué ninguno de los periodistas le quería discutir nunca. Hasta que uno halló la frase de Santo Tomás. Y todo cobró sentido.

Juan Manuel Aragón

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