24/10/2020

Opinión

Anécdota con el equipo interdisciplinario de la fiesta de San Esteban

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Anécdota con el equipo interdisciplinario de la fiesta de San Esteban

Las dos últimas veces que estuve con el historiador tucumano Ramón Leoni Pinto, sirvieron para armar esta anécdota verdadera. Lo de “investigador tucumano” es un chiste localista pues Ramón era de origen santiagueño, nacido y criado en Santiago, pero toda su carrera como investigador la hizo en la provincia de los ñañitas, trabajó hasta su muerte en el archivo del diario La Gaceta, fue uno de los más distinguidos profesores universitarios de esa provincia y en el mundo de quienes al menos leen uno o dos libros por mes, era mucho más conocido en el Jardín de la República.

En fin. Coincidimos en una reunión y conversamos de los asuntos de siempre entre uno que se fue de su Santiago hace mucho y quien se quedó: amigos, conocidos, parientes, lugares, circunstancias, el tiempo, la política y las comparaciones entre ambas sociedades. Concluimos en esto: santiagueños y tucumanos son muy parecidos y a la vez muy distintos, pero no tengo muy presente esa parte de la charla.

Sí me acuerdo de un comentario suyo. Un equipo interdisciplinario de la Universidad de Tucumán estaba a punto de venir a la fiesta de San Esteban. Dijo “interdisciplinario”, remarcándolo, para mostrar quizás, cómo las palabras grandilocuentes esconden quizás sólo aire entre sus letras, nada es decir. Ese equipo, según Ramón, pensaba hacer lo mismo que Bernardo Canal Feijóo años antes: preguntar “in situ” qué significado tenía la celebración, vivir su circunstancia, meterse entre la gente, vivir la fiesta, preguntar a uno y otro, sentarse debajo de un algarrobo quizás a meditar acerca de las incidencias del festejo y luego escribir las conclusiones en un libro, seguramente repleto de citas de otros eruditas y con algún nombre ridículo como “Conflictos irresueltos desde y el mestizaje de una peregrina celebración, distópica y el neo paganismo epicúreo y perpendicular de las clases sometidas”. Lo firmarían los ñatos que iban en el colectivo para engordar el currículum y conseguir una beca en Alemania, España o al menos ser nombrados de algo en la Universidad, de peón de patio para arriba agarraban cualquier cosa.

Nos volvimos a ver con Ramón tres o cuatro años después y retomamos la charla. Otra vez lo mismo: cómo crece Santiago, mirá cuántos amigos se han ido para siempre, y de esto y aquello también.

Entonces recordé lo del equipo interdisciplinario. Recordó lo siguiente: aquella gente había tenido suerte, pues el chofer del ómnibus con quien viajaron, era santiagueño de Maco o por ahí cerca. Y se pasó el camino dándoles los datos que tenía sobre esa celebración de todos los años, un día después de Navidad, recordando la muerte del mártir cristiano.

¿Y?, pregunté.

Bueno, respondió, fue lo único que lograron. En el lugar de la fiesta, Sumamao, pocos kilómetros al sur de la capital de Santiago, no hallaron a nadie capaz de darles una información más que la del chofer. Nadie sabía mucho o no estarían en condiciones de responder preguntas. Esa celebración es una de las pocas en la Argentina y quizás fuera de España que conserva como distintivo cintas rojas y amarillas de cuando éramos colonia, como si la gente de ese lugar no se hubiera enterado de la Revolución de Mayo, la declaración de la Independencia, la visita de la infantea Isbel de Borbón a Buenos Aires y siguiera vivando al Rey. El chofer valía el viaje, dijo, con una sonrisa de complicidad santiagueña. Le di la razón. Y seguimos conversando de otras cosas.

Le pregunté quiénes habían sido aquellos profundos pensadores tucumanos y me nombró a varios: de dos o tres y no sé por qué, retuve sus nombres en la memoria.

No va a creer, pero toda esta nota era para nombrarlos al final, pero después pensé: Ramón Leoni está muerto y si los expongo sería ensuciar su memoria públicamente.

Seguiré guardándolos, no va a faltar oportunidad.

Juan Manuel Aragón                   

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