28/12/2021

Opinión

Plantar un hijo, leer un árbol, arbolear un leo

Por: Juan Manuel Aragón
Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Plantar un hijo, leer un árbol, arbolear un leo

¿Por qué no escribir un hijo, plantar un libro y leer un árbol o librear un planto, hijear un escriba y arbolear un leo? ¿Y si hijoarboleamos un libro, librohijamos un árbol y arboleemos un escriba? ¿Y después hacemos otra cosa como amamos un avión, comemos una mujer y manejamos un sangüi de milanesa con todas las variantes, incluida la de manejar un avión, amar la morocha y comer el sangüi? Ya que estamos, yapemos un hermoso paseo por la costanera, hablando cositas de amor con la media naranja, prometiéndole cariño eterno y ser felices para siempre.

Y luegamente vivimos la vida como si nada. Porque si no, fijesé lector amigo, qué fácil sería justificar la muerte de un tipo: “Señor Juez, lo acuchillé porque el finado ya había plantado un árbol, tenido un hijo y escrito un libro, su vida no tenía sentido”.

“¿Usté ya ha cumplido las tres premisas?” preguntaría el juez. “No, me falta el libro. Por más que pienso y pienso no me sale nada, pero en cualquier momento me pongo a redactarlo y chau”.

Entonces el juez lo declararía inocente, porque sería como decir que el finado ya cumplió su ciclo o cicleó su cumple, ciclocumplió su vida, leoarboleó un hijo, libroplantó un árbol y plantolibreó un inocente párvulo.

Siempre he creído que eso de escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo como objetivos de la vida eran macanitas, frases que se dicen para decir nomás, para llenar el aire de ruido, sólo porque uno no es capaz de platonear una idea, idear un Kant a la carta, aristotelizar una planta y mandársela a Alejandro el Grande para que, vencedor de Gaugamela, vuelva a la Hélade en vez de seguir haciendo tonteras por medio mundo.

Es decir, si descomponemos las palabras en miles de descompalabras y luego las volvemos a unir en una sola frase intelijuda que resuma la idea en tres líneas, tendríamos una hermosa idea para mostrar a los amigos. Piecitas y al corto. Y a otra mariposa, cosa.

Plantemos la escritura en un libro que tenga un árbol de hijo. Escriba un hijo en las hojas secas de un libro en que figure un escriba egipcio, sentado como un buda, pasando las hojas de papiro, suspirando por una esclava traída de lejanas tierras; quizás de la Persia, la Media o más allá, donde surgió el mundo, donde la historia se puso en letras y comenzó todo.

Sofrenemos la vida de un solo tirón, paremos un momento a la orilla del camino a ver qué hay alrededor, no deberíamos vivir lanzados hacia ninguna parte, buscando el mango que nos hace morfar. Pongamos una hoja en blanco en una vieja máquina de escribir, para teclear con fuerza alguna idea, empezando por la de escribir un planto, librear un hijo y tener un planto.

Y viceversa.

Juan Manuel Aragón                   

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