Las poesías, el vocabulario, las metáforas, la memoria y los chicos

 De la batalla de San Lorenzo quedó la marcha con música del uruguayo Cayetano Alberto Silva, y letra del mendocino Carlos Javier Benielli. Era la primera aproximación de un niño al mundo de las letras, cuando preguntaba: “Mamá, ¿qué es ´febuasoma´?” La madre, le avisaba: Febo, para los griegos era el dios Apolo, pero su significado en aquel idioma era “brillante”, una metáfora del amanecer. Lo cual llevaba al chico a averiguar qué significaba metáfora y a meterse en el mundo de las letras. O no, de todas maneras, había saciado una curiosidad.

“Tras los muros, sordos ruidos // oir se dejan de corceles y de acero”. Aprendíamos que los granaderos trataban de hacer silencio así no los sentían los enemigos. Corceles eran caballos y el acero —de nuevo— las espadas en metáfora. Y así.

En “el clarín ´estridente´ sonó”, no había metáfora, explicaba la madre, pues estridente es fuerte, agudo, chirriante. Quizás mirando a una chica hermosa que venía de frente, la señalaba al hijo: “Esa chica tiene una belleza estridente”. Se entendía.

En la escuela daban poesías para estudiar de memoria y buscar en el diccionario las palabras difíciles; al día siguiente la maestra vería, si estaba aprendida. Debíamos pasar la tarde memorizando “Caballito criollo”, “La casita del hornero tiene alcoba y tiene sala” o un fragmento de “Coquena”.

¿Cómo es ahora la enseñanza de versos?, ¿se estimula la memoria o sólo el análisis?, ¿enseñan los clásicos o ´de siempre´ o autores actuales?, vaya a saber. Sólo roguemos que lo sigan haciendo porque el día que se pierda la poesía en los chicos, habremos matado algo de su naturaleza infantil. Y de su alma.

Juan Manuel Aragón

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