18/07/2020

Opinión

La costura del insulto, el parapeto de la almena y Jorge Luis Borges

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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La costura del insulto, el parapeto de la almena y Jorge Luis Borges

No sé si le pasa, que vé una película cualquiera y en vez de seguir atentamente la trama, se fija en el movimiento de la cámara, en la música, en el fondo, en la entonación de los personajes al hablar. Pero mira otra y queda atrapado por el argumento y capaz que la segunda vez recién empieza a observar los detalles, extras, decorados, en fin. (Al final, va una anécdota graciosa, hagan acordar).

En el primer caso es una mala película, en el segundo, una muy buena. Sería algo así como que el buen artista te hace creer que ves lo que en realidad no es, mientras el otro muestra lo que no quieres ver. Una expresión inglesa lo grafica muy bien: “You can seetheseams”, que es “se le ven las costuras”. O como diríamos en el norte, “está medio mal hechito”.

Como esos dibujantes callejeros que pintan con las manos paisajes increíbles. Uno piensa “eso es muy fácil”, llega a la casa, quiere imitarlos y se topa con que en realidad es jodidamente difícil. Ahí piensa, ¿por qué era tan fácil en la calle?, y se percata de que el tipo que lo hacía es un gran artista justamente porque hace ver fácil lo un trabajo que en realidad es arduo.

Lo mismo cuando un cocinero mezcla los ingredientes de la sartén, agarrándola por el mango, con un leve movimiento circular hacia adelante y hacia atrás. Bueno, no lo intente, porque se le va a caer todo. Un santiagueño diría que parece “pichita” (fácil), pero no es.

Es lo que intenta esta noteja cada día: que no se sepa dónde comienza lo que salió de la cabeza de su autor y en qué parte termina lo que robó de internet o le contó un amigo de Feisbuc.

Es obvio que pocas veces lo logra, razón por la cual sus notas casi nunca reciben plácemes y felicitaciones de los lectores y pocas veces es señalado de mala manera por sus ideas. Esto ocurre rara vez: al no ser un buen autor, nadie tiene en cuenta sus erróneas opiniones.

¡Ah!, sí, la anécdota. Tiene que ver con las costuras. El idioma castellano es tan rico, que permite injurias y agravios de toda clase. El rústico y gastado “carnero”, puede ser reemplazado por la célebre parodia de insulto que improvisó el doctor Johnson y recuerda Borges en su magnífico artículo “El arte de injuriar”. Dice: “Su esposa, caballero, con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende géneros de contrabando”. En los tiempos rústicos que corren, es posible que el damnificado regrese a su casa a consultar un diccionario antes de darse por ofendido.

Aquellos que aprendieron a leer y escribir para firmar lo que les ponen al frente, creen que insultan cuando dicen: “El señor Fulano de Tal, si se le puede llamar señor”. Son tan candorosos, se le ven tanto las costuras a su analfabetismo funcional, que solo despiertan una sonrisa de conmiseración y pena.

¿La anécdota?, ahí va. Así le dijeron al autor de estas notas: “Señor, por llamarlo de alguna manera”. Cada vez que se acuerda le viene una sensación de alegre tristeza (si se permite el oxímoron) y carcajada contenida. Merecía alguito más, desde “hijo de un vagón de malas madres puestas en el parapeto de la almena del ya sabes qué” para arriba.

Pero nadie va a llegar a esta línea, por suerte.

Juan Manuel Aragón                   

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