25/09/2021

Opinión

El inexplicable odio a Borges sin haber leído una línea de sus obras

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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El inexplicable odio a Borges sin haber leído una línea de sus obras

A Jorge Luis Borges lo odian quienes no lo han leído, por anti argentino o porque escribe en difícil. O lo odiaban, porque pocos saben hoy quién era, qué decía, en qué puesto jugaba. A esta altura del match, quizás tengan razón en malquererlo porque ya nadie lee ni le importa para qué servía esa olvidada habilidad.

Dentro de poco a uno se le ocurrirá filmar una serie de televisión y ponerlo de protagonista, con héroes y villanos, como corresponde y entonces cosechará algunos elogios por algo que diga o haga el actor que lo encarna. Hasta es posible que haya quienes se congratulen de haberlo visto, pues se enteraron de lo que supuestamente hizo, dijo o escribió. Tomarse el trabajo de leerlo es otra cosa, además, para qué si ya saben todo.

No estaba en contra de la Argentina, por supuesto. O tal vez sí, pero no de la manera chauvinista que imaginan los palurdos criados con los manuales de la escuela Piupiú, para aprender a leer que surgieron hace unos 50 años. Sus odios, amores, simpatías y antipatías eran viejas, tenían más de un siglo cuando nació. Pero el Borges de las entrevistas no era el mismo que redactaba cuentos, ensayos, poesía.

Oiga, no es difícil su lectura. Es un clásico, no como Federico Nietzsche o Carlos Marx, a quienes, para encararlos, hay que tener una cultura y conocimientos previos bastante nutridos. De hecho,un chico que pasó a segundo año de la deficiente escuela secundaria de ahora, podría leerlo y entenderlo perfectamente, sería cuestión de quitarle el celular, romper los televisores de la casa y esperar que se le vaya el temblor de las manos cuando le venga el síndrome de abstinencia.

No era un farsante, como ese oportunista, Ernesto Sábato: cuando pasó el tiempo de los militares, se mostró ignorante de lo sucedido en el mientras tanto, y recién cuando llegó la democracia, mire usté la casualidad, advirtió que había tenido una venda en los ojos. Borges lo sabía, igual que Sábato, más vale, pero debe haber creído —como muchos que en la Argentina después se rasgaron las vestiduras y dijeron sentirse engañados— que bien valía la pena ese salvajismo atroz, si terminaba con el peronismo.

Los del comité del Nobel le prohibieron la entrada a su premio: su actitud no les gustó. Si hubiera hecho más mérito, se lo entregaban a Sábato, pero a Borges ni ahí: eso que había sido sincero tanto cuando afirmó que el gobierno del Proceso era de unos señores, como cuando le hicieron ver que no era cierto y se desdijo, pero sin acudir a los escondrijos de la ignorancia, como el otro.

Suponga que le dan una vaca, pero para comerla tiene que carnearla. Qué problema, debe conseguir un manual sobre cómo matar el animal, luego de despresarlo hacerse de buenos cuchillos, una sierra, ganchos, mancharse con sangre. Bueno, eso es la lectura. Si en vez de la vaca pide un lomito con un cadete, agradecerá el envío y se sentirá mucho más cómodo con el envío. Eso es televisión.

Entre Borges y la pantalla del aparato maldito, no hay dudas, el triunfo será de los Pitufos.

Juan Manuel Aragón

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