19/09/2020

Opinión

Vilmer, un pueblo acostumbrado a vivir en la higiene

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Vilmer, un pueblo acostumbrado a vivir en la higiene

La sencillez es lo más difícil de lograr, dicen. Es hacer lo fácil, pero correctamente. La vida no se trata de ser un Lionel Messi si uno no lo es, pues son jugadores excepcionales, sino de dar bien los pases, estar en el lugar justo de la cancha en el momento indicado, hacer caso de las indicaciones del director técnico. Y entrenarse mil horas y un poco más, haciendo el simple, escueto y conciso ejercicio de dar un pase.

Recostado sobre la ruta 34 vieja, Vilmer, en el departamento Robles de Santiago del Estero, se levanta como una población orgullosa, ordenada, prolijita, elegante, detalle inusual en la mayor parte de los pequeños pueblos del norte argentino. Tiene unas seis manzanas por cinco y poco más o menos, unos mil habitantes, y se destaca por la limpieza de sus calles, sin basurales a cielo abierto, bolsas de plástico volando por todas partes, escombros jubilados de viejos en las veredas, como sucede en otros lugares como, sin ir más lejos La Banda. Por nombrar la urbe más cercana a esta villa, a solo 11 kilómetros de distancia.

A quienes siguen a Platón y conocen el mito de la caverna, les servirá el dato de que quizás haya soñado con este sitio para imaginar la placidez, como una idea pura pasando a su espalda. Con la misma cantidad de habitantes, los griegos fundaban una ciudad—estado y se daban el lujo de filosofar para la posteridad, sentados en los bancos de la plaza principal o ágora. Significa que Vilmer es un sitio tan apto como cualquier otro para dejar sentadas las bases del mundo para los próximos dos mil años. Los griegos no conocían el plástico, la basura más desagradable del mundo moderno, los vecinos de Vilmer saben barrerlo para protegerse de la suciedad y no dar mala vista a los visitantes.

No se trata de un lugar con gente rica, adinerados productores ganaderos o casas de fin de semana ostentosas. Es común y corriente, casi calcado a los demás. Si usted ha viajado a Buenos Aires por la Ruta 34, verá solamente el cartel de la entrada, pues se debe caminar unas cuantas cuadras para llegar. Detrás de una modestia sin afectaciones, se halla un pequeño pueblo, que podría servir de ejemplo para otros, por la visible higiene de sus calles y lugares públicos.

Quien lo visite, observará un vecindario no muy distinto de los muchos de Santiago, Tucumán, Salta, Jujuy. Casas muy humildes con numerosos baldíos entre unas y otras, casi todas construidas con el esfuerzo de sus propietarios, calles bien trazadas, con pavimento articulado.

En Santiago y La Banda, hay parejas de gente próxima a jubilarse, que piensa comprar un terrenito y levantar una casa en Vilmer para irse a vivir, como una buena alternativa para el retiro. Si esta fuera una página dedicada a los negocios inmobiliarios, podría hacer una recomendación altamente calificada. No tiene precio vivir en un lugar con las calles limpias, el pasto cortado, sin jaurías de perros molestando por todos lados.

Para mejor, oiga, si se muda, tendrá vecinos maravillosamente llanos, sencillos, por ahí hallará alguna vieja chismosa, pero son una peste que ha cundido, el resto, tiene la calidez de los demás santiagueños, abiertos, francos y siempre dispuestos a dar una mano y a ofrecer su corazón en bandeja.

Cuando termine la pandemia, visítela y verá.

Juan Manuel Aragón                   

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