08/11/2020

Opinión

Es imposible comunicar el placer de la lectura: si no le gusta leer, jódase

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Es imposible comunicar el placer de la lectura: si no le gusta leer, jódase

Cada tanto suelen salir organizadores de campañas didácticas, con el fin de inducir al hábito de la lectura a la gente joven. ¡Pamplinas! La tarea siempre es inoficiosa, inútil, improcedente, ineficaz. Al reverendo cohete, digamos. Esas empresas siempre terminan siendo una payasada para la foto. Quienes no leen, lamentamos informarlo, se pierden un placer, un goce, un deleite inmenso. Pedir a la gente joven: “Por favor, lean”, es como decirle: “Tengan relaciones sexuales, una actividad por demás hermosa, ¿eh?”.

Desde hace varios años es imposible competir con la televisión: entrega todo masticado, deglutido, digerido y puesto en el plato del living de tu casa, para colocarte frente a ella un rato, y recibir todo sin pensar, chotamente sentado, comiendo papitas, tomando una cerveza, sólo o en compañía. Ahí está El Zorro, con su disfraz, su caballo, un mudo para darle una mano en sus aventuras, el padre, los forajidos, los buenos y los malos. ¿Por qué agarrar un libro, diga?, ¿para qué encarar “Los hermanos Karamazov”, si Dostoyevsky en los cortes publicitarios no te va a mostrar el pantalón de moda?

Como si fuera poco, luego hubo una vuelta de tuerca feroz y casi definitiva, en vez de uno o dos canales por provincia, empezó a haber cientos y no solamente en la casa de gente más pudiente sino en todas, el cable. ¿Con qué quiere alegrarse, entretenerse, llorar, sufrir, divertirse?, ¿qué asuntos mirar en la pantalla?, ¿sobre animales, películas modernas, más o menos viejas, en blanco y negro, argentinas, españolas, norteamericanas, francesas, del resto del mundo, de terror, de amor, policiales, de robos a bancos con los ladrones teniendo éxito o fracasando, sexo explícito o implícito, dibujos animados para niños, para grandes?, ¿series?, ¿documentales? En la tele todo parecer está al alcance de la mano. Si no le gusta, ¡clic! y vaya a otro canal.

Oiga, ¿puede Conrado Nalé Roxlo competir con eso? Podría. Pero el analfabetismo ha cundido de tal forma quea las modernas generaciones apenas saben deletrear y por lo tanto les es imposible llegar hasta el final de un simple soneto: demoran tres horas y al final no han entendido nada (más allá del poema “Los zapatitos me aprietan”, no les cabe un alfiler).

En el mismo tiempo que en la tele dan tres películas, un analfabeto funcional quizás podría llegar a la segunda estrofa del Martín Fierro, de ahí a entenderlo, hay un paso inmenso. Hay tontos, con la cabeza tomada, que dicen sin saber: “Los cuentos de Jorge Luis Borges son difíciles de entender”. O repiten como loros: “El Quijote de la Mancha es un libro aburrido, contando cosas monótonas, un embole total, báh!”. Y usted debe oírlos pacientemente porque, aparte, la tele les ha fundido la mente, metiéndoles en la cabeza la incultura tinelliana, mirthalegraniana, simpsoniana.

Entre otras consideraciones, muchas veces sería preferible ser analfabeto redondo, y no malalfabetizado, como muchos. En efecto, casos se han visto de gente estafada, dicen, por no haber leído la letra chica de los contratos. ¡No papito!, ni siquiera pasaron la vista por la letra grande. Tal vez en un arresto de carácter, para mostrar una falsa erudición o vaya a saber qué, firman y se dejan defraudar por un embaucador cualquiera, un poco más leído que ellos. Luego deben meterse con abogados —¡justamente!— para salir del problema .

En una de esas, lector, le costó dar “ese paso” fundamental con la primera novia, quizás temió fallar en algo, no ser digno del momento, pasar por ridículo. Pero cuando comenzó con “esa” actividad, seguramente le agarró el gustito al asunto y ya nadie le dijo “es lindo”, pues usted lo sabía,lo comprobó personalmente, en su propio cuero, Dios sea loado.

¿En aras de una campaña de promoción de la lectura se debe pedir a la gente que lea, pues produce un placer inmenso el descubrimiento de un nuevo autor?, ¿explicarle que en las bibliotecas populares de muchos barrios de la ciudad hay tesoros de libros esperándolo?, ¿sacar la cuenta por usted de que dos libros al mes son posiblemente más baratos que el cable de televisión? ¡De acá!

¿No le gusta leer?

Bueno, jódase.

Usted se lo pierde.

Juan Manuel Aragón                   

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