18/04/2020

Opinión

Para conservar la paz marital hay que discutir sobre lo que se discute y nada más

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Para conservar la paz marital hay que discutir sobre lo que se discute y nada más

En tiempos de encierro familiar es posible que algunas viejas heridas familiares vuelvan a supurar. Pequeños rencores por ofensas pasadas, reales o imaginarias, puede ser que vuelvan a ver la luz después de tantos días de mirarse constantemente la cara, sin solución de continuidad. Es claro que cada uno es cada uno y cada cual es cada cual, pero llevo una vida más o menospacífica con mi mujer, gracias a un método que ideamos hace mucho, con el que evitamos casi todos losconflictos.

¿Ha visto cómo empiezan casi todas las peleas y discusiones? Uno le reprocha a al otro, pongalé: “Se me hace que se te quemó un poco el guiso”. Ella responde: “Sí, pero vos dejas las medias tiradas por cualquier parte y las tengo que andar levantando por toda la casa”. Usted se acuerda de la vez que vino su suegro y le tomó todo el vino, ella retruca con el tío de usted que murió de cirrosis por borracho. La disputa sigue y sigue, palo a palo, hasta que llegan a reprocharse la cara que tenía una tía, el día del casamiento o los regalos amarretes y pedorros que recibieron de los parientes del otro, que ahora se tiran de no sé qué, esos, que para peor son re mersas. Y todo comenzó por una leve crítica al sabor de una comida. Una mínima estupidez, vamos.

Se la hago corta. Con mi señora acordamos, de buena manera, discutir de lo que hay que discutir y nada más. ¿Cómo es eso? Si me reprocha algo, pongamos el caso de las medias, me tengo que defender hablando de las medias. No tengo permitido introducir otro reproche en la conversación. ¿Tu enojo es por la ropa que dejo tirada?, bueno, hablamos sobre la ropa que dejo tirada y nada más, me defiendo de la ropa tirada, pero no contraataco con nada. Otro día podré enojarme por el guiso que siempre se le quema y me quejaré porque eso le pasa día por medio, por hablar por teléfono cuando cocina. De otra manera la discusión se volverá inevitablemente eterna y con infinitas ramificaciones.

Como la de los partidos políticos, que empiezan a reprocharse que “ustedes en tal elección dijeron que harían tal cosa y terminaron haciendo tal otra”. Y los otros, en vez de justificar esa acción quizás con argumentos válidos, responden: “Pero en tal otra ocasión ustedes dijeron que jamás harían lo que terminaron haciendo cuando Fulano llegó al poder”. Casi siempre terminan a las patadasy tirándose muertos por la cabeza. Por eso es poco probable que alguna vez acuerden algo válido entre ellos.

Digo, capaz que esta manía de empezar hablando de una cosa y defenderse hablando de otra, venga de la costumbre que tienen los hermanos cuando son chicos, de discutir de esa manera. Pero ellos lo hacen tranquilos porque el amor filial es poco probable que se rompa así nomás por una disputa sobre a quién le toca levantar la mesa. En cambio, la relación con la señora de uno es diferente, los dos vienen de mundos distintos y a veces hasta antagónicos. Como me sucedía a mí con mi mujer. Entonces acordamos discutir sobre un asunto a la vez.

No voy a contar intimidades que a nadie interesan, pero discutir y enojarnos por una sola cosa a la vez nos ha dado resultado. Tampoco voy a sugerirle que lo ponga en práctica en su vida, quién soy yo para dar consejos. Se lo dejo solo como una inquietud. Discutir un asunto por vez viene salvando mi matrimonio de la catástrofe que acecha a todos, desde hacer más de 17 años.

Otra cosa, el “sí cariño, lo que vos digas”, que no se me cae de la boca jamás.

Obviamente.

©Juan Manuel Aragón                   

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