26/07/2020

Opinión

No repita macanas: el avestruz no esconde la cabeza si lo amenazan

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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No repita macanas: el avestruz no esconde la cabeza si lo amenazan

Un político se manda una macana y quiere esconderse. Muy bien, le podría pasar a cualquiera. Pero siempre saldrá el estúpido que dirá “esconde la cabeza como el avestruz”. ¿Cómo, cómo?, ¿dice que el pícaro avestruz, ave astuta y taimada, esconde la cabeza bajo la tierra para que no le vean semejante cuerpo? Pero, amigo, cómo va a creer eso: no es cierto. Son puras mentiras. Ni el americano ni el africano hacen semejante bobería, entre otras razones porque serían manducados por el león de allá o el puma el de estos pagos.

Si hubieran usado esa táctica para esconderse estarían extintos hace siglos. Ni siquiera llegaban a la invención del plumero, antes nomás los habríamos matado para yantarlos. Es más, si eran tan fáciles, cada vez que se acababa la carne, las madres habrían enviado a los chicos a traer uno para el guiso. Total, era cuestión de asustarlos para que detengan su carrera, escondan la cabeza bajo la tierra y uno les llegue con un lazo, una boleadora, un hondazo.

La patraña la difundió Cayo Plinio Segundo, llamado también Plinio el Viejo, que vivió entre el 23 y el 79 de Nuestro Señor. Era un naturalista, escritor y militar romano, autor, entre otros textos, de los 37 tomos de la “Naturalis Historia”. El libro X está dedicado a los pájaros y se inicia con el estudio sobre el avestruz africano, no habla del americano porque todavía el mundo se estaba perdiendo de conocer estos pagos.

Algo parecido sucedió con Aristóteles, el sabio. En su “Zoología”, sostuvo que la mosca tenía ocho patas. Y durante siglos no hubo quien se animara a contarlas. Había que ser más sabio que el estagirita para discutirle. De última, si usted afirmaba que eran seis porque las había contado le iban a decir que justo había agarrado la que le faltaban dos. Era lo que se llamaba una fuente de autoridad o “magister dixit”. Un debate sobre la cantidad de patas de la mosca se dilucidaba pelando un libro de Aristóteles, que había escrito que eran ocho, luego el que le contaba seis se tenía que callar la boca. “Quién sos vos, infeliz”, le dirían.

Si nos hubiéramos quedado con ese método para entender el mundo, habríamos seguido viviendo en cavernas. Le cuento, en la década del 40, había profesores de ingeniería que aseguraban que el hombre no podía llegar a la luna… y lo demostraban científicamente, por si fuera poco.

Oiga. Mal que mal, los argentinos conocemos de avestruces, aunque sea los de zoológicos, tenemos amigos que viven en el campo y los han visto en vivo y en directo, y nunca se ha sabido que escondan la cabeza bajo la tierra cuando se ven amenazados. El Martín Fierro, obra nacional por excelencia, por ahí los menciona, pero no cuenta este detalle fundamental, de haber sido cierto. Y otra cosita más. ¿Los ñandúes cavan un hoyo en la tierra para esconder la cabeza o buscan uno?, ¿no tienen miedo de que les salga una víbora?, ¿o la meten en un hormiguero para dejarse picar?, ¡vamos!

En fin. Algunos se tiran de intelijudos y usan esta patraña para darse dique, como afirmando, “sé algo que ustedes ignoran, dos puntos, que el avestruz esconde la cabeza bajo la tierra cuando se acerca el peligro, igual que el diputado Fulanito de Tal que no quiere dar declaraciones”.

La próxima vez que cualquiera de esos ignorantes diga “esconde la cabeza como el avestruz”, cambie de canal y mire el Chavo, los Pitufos, no sé, una de amor, cualquier cosa antes que seguir oyendo a esos presuntos sabihondos que no saben un carajo.

¡Aguanten los suris!

Juan Manuel Aragón                   

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