La terrible historia de Ana Estrada, la psicóloga de Perú que pide tener una muerte digna

"Soy Ana Estrada, tengo 42 años y soy de Lima, Perú. A los 12 años me diagnosticaron polimiositis, una enfermedad autoinmune, progresiva y degenerativa que atrofia e inflama los músculos causando pérdida de fuerza. Con los años, y de manera insidiosa, las limitaciones fueron cada vez más comprometedoras". Así, con estas líneas, arranca en Change.org la petición de esta mujer, que desde hace años lucha por lograr una muerte asistida, prohibida por la ley de su país.

Estrada, psicóloga y trabajadora independiente, busca que no se castigue a quien la ayude a morir cuando llegue el día en que sean insoportables los dolores causados por la enfermedad que paralizó casi todo su cuerpo, la obligó a alimentarse con una sonda directa a su estómago y a usar una traqueotomía para respirar.

"Es luchar por la libertad de elección', dijo en una entrevista, sentada en su silla de ruedas eléctrica en el patio de su departamento, rodeada de plantas. Y luego comenzó a contar su historia.

Ocho años después del diagnóstico, a los 20, comenzó a usar una silla de ruedas porque se cansaba al caminar y había perdido fuerza en los músculos. Necesitaba mucha ayuda para vestirme, asearse, ir al baño, alimentarse.

Pese a las dificultades se graduó en la Pontificia Universidad Católica de Perú, trabajó como terapeuta y atendió a varios pacientes, ahorró dinero para comprarse el departamento en el que vive, tuvo pareja y crió un gato. Pero en 2015 todo cambió. Se le debilitaron por completo los músculos de sus extremidades y los que permiten la respiración, y una neumonía agravó su estado, por lo que pasó seis meses en cuidados intensivos.

Le dieron el alta pero bajo el cuidado de enfermeras las 24 horas y sus padres tuvieron que mudarse a su casa porque ya no puede vivir sola. Según contó, en el mejor de los días, consigue estar 4 horas en la silla de ruedas, el resto del tiempo lo pasa en cama.

" Es como estar presa en mi propio cuerpo las 24 horas', aseguró y agregó que perdió su privacidad, rompió con su pareja y dio en adopción a su gato.

Tras luchar contra la depresión se enfocó en su pelea por la muerte digna, lo que implica modificar el castigo que impone la ley a quien la ayude el día en que decida morir. "No soy libre", indicó.

Estrada, delgada, de cabello corto, sin embargo está convencida de que su lucha no será en vano: "Si esto existe en otros países, yo quiero que exista aquí, al menos (mi lucha) es un pequeño granito de arena para algo que nos haga reflexionar a todos".

En un país predominantemente católico, donde tampoco están legalizados el aborto ni el matrimonio homosexual, Estrada sabe que su cruzada no es fácil. "Es un tema que espanta y nadie quiere meter las manos al fuego porque se quema", dijo al recordar que también fue difícil recibir el apoyo de su familia, que al final respetó su decisión.

Su lucha por modificar la ley para que personas en su situación puedan morir cuando lo deseen no despertó el interés de ningún miembro del Parlamento. Sólo la Defensoría del Pueblo acogió su reclamo e indicó que presentará en las próximas semanas una acción de amparo ante un juez para que la ley no se aplique cuando Estrada decida enfrentar a la muerte.

La eutanasia o muerte asistida es legal en Colombia, Canadá, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. En Suiza, en un estado de Australia y en varios de Estados Unidos es legal el suicidio asistido, en el que el paciente se administra a sí mismo una droga letal bajo supervisión médica.