24/02/2021

El mundo

PROBANDO SUERTE

Vende 14 mil empanadas por mes en Las Vegas: "algunas con chimi y aceite de cannabis"

La historia del argentino Pablo Rodríguez. Llegó a Estados Unidos y hace siete que inauguró Made in Argentina, un local de comidas típicas criolla.

El mundo gastronómico siempre fue un lugar cómodo y conocido para Pablo Rodriguez (50). Su padre tuvo un restaurante en el barrio porteño de Belgrano donde se crio. Su madre y abuela materna, de origen cordobés, le transmitieron el amor por las recetas caseras. “Montar mi propio negocio era algo con lo que soñaba, me hubiera gustado que sea en la Argentina, pero resultó imposible”, le cuenta a Infobae desde Las Vegas.
Pablo no estudió para ser chef: es mecánico en electrónica. Sin embargo siempre estuvo relacionado al mundo gourmet por su legado familiar. “Pasé por varias cocinas de restaurantes importantes, de renombre. Llegué a ser el gerente, pero quería algo más”, admite.
Es así que en 1998, en un viaje a Las Vegas, surgió la oportunidad de acercarse a su meta. “Me fui por tres meses, me encantó y vi que podría vivir allí. Estaba convencido de ir tras una mejor oportunidad de vida, para mí y mi familia. Tenía que convencer a mi mujer, para poder venir con mis hijos también. Ella no quiso”, recuerda.
Juntó algo de dinero y voló al norte. El desarraigo no fue sencillo. “Lo que más me costó fue separarme de Ezequiel y Candelaria , mis hijos, fue el precio que tuve que pagar”, dice. Pero la vida más tarde le dio su revancha. Hoy su hija es la encargada del negocio familiar en Las Vegas. “Unos meses antes de la pandemia vino de vacaciones y se enamoró. Aquí la adoran por su atención calidad y eficiencia. Estamos todos felices”, admite.
Pablo hizo de todo. “Vendía botellas de agua en la calle, juntaba 200 dólares al mes. Me iba bien. Después pasé por restaurantes en puestos de bachero, mozo y manager, de todo. Me sirvió para ganar experiencia, aprender el idioma y la idiosincrasia”.
“Hacía siete meses que estaba a la venta, lo compré junto a un socio e inauguramos el bodegón”, dice.
“Con apenas tres empleados, hacemos un menú bien argentino. Las empanadas siempre fueron nuestro caballito de batalla, se venden a 2,85 dólares cada. Empezamos con 60 al mes, y hoy vendemos unas 14.000”. La receta la sacó de su infancia en la casa de su abuela Francisca, y su madre Olga. “No la pudieron probar todavía, pero les comparto fotos”.
La novedad del momento es la salsa de chimichurri, aunque con un ingrediente extravagante aunque de moda, el aceite de cannabis. “Aquí es legal para uso medicinal. Le da un sabor diferente, y no tiene efecto psicoactivo. Sale mucho. Se cobra un extra de 4 dólares”.

El mundo gastronómico siempre fue un lugar cómodo y conocido para Pablo Rodriguez (50). Su padre tuvo un restaurante en el barrio porteño de Belgrano donde se crio. Su madre y abuela materna, de origen cordobés, le transmitieron el amor por las recetas caseras.

“Montar mi propio negocio era algo con lo que soñaba, me hubiera gustado que sea en la Argentina, pero resultó imposible”, le cuenta a Infobae desde Las Vegas.

Pablo no estudió para ser chef: es mecánico en electrónica. Sin embargo siempre estuvo relacionado al mundo gourmet por su legado familiar. “Pasé por varias cocinas de restaurantes importantes, de renombre. Llegué a ser el gerente, pero quería algo más”, admite.

Es así que en 1998, en un viaje a Las Vegas, surgió la oportunidad de acercarse a su meta. “Me fui por tres meses, me encantó y vi que podría vivir allí. Estaba convencido de ir tras una mejor oportunidad de vida, para mí y mi familia. Tenía que convencer a mi mujer, para poder venir con mis hijos también. Ella no quiso”, recuerda.

Juntó algo de dinero y voló al norte. El desarraigo no fue sencillo. “Lo que más me costó fue separarme de Ezequiel y Candelaria , mis hijos, fue el precio que tuve que pagar”, dice. Pero la vida más tarde le dio su revancha. Hoy su hija es la encargada del negocio familiar en Las Vegas. “Unos meses antes de la pandemia vino de vacaciones y se enamoró. Aquí la adoran por su atención calidad y eficiencia. Estamos todos felices”, admite.

Pablo hizo de todo. “Vendía botellas de agua en la calle, juntaba 200 dólares al mes. Me iba bien. Después pasé por restaurantes en puestos de bachero, mozo y manager, de todo. Me sirvió para ganar experiencia, aprender el idioma y la idiosincrasia”.

“Hacía siete meses que estaba a la venta, lo compré junto a un socio e inauguramos el bodegón”, dice.

“Con apenas tres empleados, hacemos un menú bien argentino. Las empanadas siempre fueron nuestro caballito de batalla, se venden a 2,85 dólares cada. Empezamos con 60 al mes, y hoy vendemos unas 14.000”. La receta la sacó de su infancia en la casa de su abuela Francisca, y su madre Olga. “No la pudieron probar todavía, pero les comparto fotos”.

La novedad del momento es la salsa de chimichurri, aunque con un ingrediente extravagante aunque de moda, el aceite de cannabis. “Aquí es legal para uso medicinal. Le da un sabor diferente, y no tiene efecto psicoactivo. Sale mucho. Se cobra un extra de 4 dólares”.

La mezcla de chimi con aceite de cannabis




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