11/02/2021

Opinión

Un negocio misterioso creció en las ciudades argentinas

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Un negocio misterioso creció en las ciudades argentinas

Antaño en cada ciudad había un puñado de farmacias prestando servicios. Era una tarea que hoy llamaríamos esencial ya que, al haber tan pocas, cada una tomaba un día para trabajarlo completo, las 24 horas, así nadie quedara sin sus pastillas, su jarabe, el tónico o la crema que había recetado el médico. En una ventanita ponían un papel indicando cuál estaba de turno ese día.

Desde hace unos cuarenta años, la actividad de las farmacias es libre. Si cumple los requisitos, se instalanen cualquier lugar de la ciudad. Antes, a quienes pedían permiso se lo daban en lugares remotos de las provincias.

Escribo desde la ignorancia y sin malicia. Se me hace que los farmacéuticos de antes escondían un negocio multimillonario, detrás de una fachada de falsa humildad. Es casi seguro que cuando nadie los veía salían a navegar en sus yates y andaban en autos aparatosos, acompañados de mujeres costosas, comían en restaurantes carísimos y enviaban a los hijos a estudiar a Suiza.

Por cada una de las farmacias de antes, hoy se levantan diez o más en cada ciudad de la Argentina. Son inmensas, vidriadas, con muchos empleados y un lujo que no se conocía en las de antes. La población no aumentó tanto como para que se justifique tal cantidad. En las calles céntricas de algunas ciudades, se ven más farmacias que panaderías, una cada 30 metros.

Hay varias conclusiones posibles. Una, la gente se ha vuelto enfermiza. Dos, los médicos recetan remedios a lo loco. Tres, los medicamentos tienen un sobreprecio infernal. O cuatro, los farmacéuticos de antes eran tan tontos que creían en la función social de su profesión y por lo tanto estaban de acuerdo en no ganar sumas siderales por su trabajo. ¿Usted qué cree?

Juan Manuel Aragón                   

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