26/11/2018

Deportes

Por Juan Manuel Aragón

El dolo del periodismo

Los incidentes que obligaron a suspender la final de la Copa Libertadores entre River y Boca abrieron una serie de reflexiones y reparto de culpas, a los barras, a los jugadores, al gobierno, a la policía, la dirigencia, pero ¿y el periodismo?
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¿Cuál fue el rol del periodismo en esta final bochornosa que aun no se termina de jugar entre River y Boca?

La frase que más anduvo dando vueltas es: “Debía ser una fiesta y unos inadaptados la convirtieron en una vergüenza”. La dicen los mismos que todos los días alimentan la violencia desde los diarios, la radio, la televisión, usando un lenguaje de fanáticos dignos de mejor causa, para graficar un juego, ¡Un juego! ¿Quién no ha leído títulos como “Revancha o desquite o duelo en tal estadio”, “Combaten dos grandes”, “Ganará el que tenga más aguante” o “Fulano dice que no se achica”?

La violencia vive en los periodistas que magnifican lo que dicen hoy dos jugadores, como Darío Benedetto y Carlos Tévez, con mensajes que no sólo amplifican la violencia sino que la justifican de antemano. Sin desmerecer, son jugadores de fútbol, no ius filósofos, como para que les den la entidad que les dieron. La violencia también habita en el alma de los periodistas de Radio Mitre, que en plenos disturbios justificaban las piedras diciendo que el ómnibus enfiló derecho para donde estaban los hinchas de River. Todo Núñez estaba repleto de hinchas de River, ¿por dónde querían que pasara el colectivo? Mejor dicho, ¿por qué no decir que enfiló hacia ese lugar porque sabía que los riverplatenses, que son simpatizantes del fútbol, no les harían nada?

El dato que se oyó por la televisión es que había 2200 policías uniformados o sin uniforme, para cuidar a 66 mil personas. Se tiraron esos números como cualquier cosa. Lo que no se dijo es que había un policía cada 30 espectadores. Y no estaban contados los integrantes de fuerzas de seguridad privadas.

Está muy bien si los periodistas quieren decir que la violencia vive en los estadios, que los dirigentes la alimentan, los políticos le cobran interés y la gente común la compra, porque son hechos innegables de la realidad. Pero deberían mostrar que también ellos, por ignorancia o conveniencia, son idiotas útiles de esa anarquía originaria. Mientras los otros se aprovechan de las consecuencias de la violencia para hacerse ricos o ganar poder, al periodismo le conviene el caos en sí mismo, como fin para sembrar la más artificial de las divisiones de la sociedad y ganar luego millones vendiendo diarios o pasándola por televisión, alimentando a unos y otros en su ciego fanatismo.

Es un juego. Nada más que eso. Inculcar una pasión irracional, un entusiasmo irrefrenable y el enardecimiento que sienten algunos hasta tirar piedras o disparar un arma de fuego tiene mucho que ver con el periodismo. Que de una buena vez debería desnudar su dolo y no seguir señalando a otros, como lo ha venido haciendo desde siempre. ©Juan Manuel Aragón

 




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