07/01/2020

Opinión

El gallinero de Susana o “qué sé yo, cosas”

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24, de Tucumán, cidade maravilhosa)
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El gallinero de Susana

Para la Susana la solución es que pongamos gallineros o plantemos algo, “qué sé yo, cosas”, ha dicho. Podría ser, ¿no? La parte más difícil va a ser hablar con la patrona para que nos desocupe el balcón de sus plantitas, va a costar un poco convencerla, me parece, tan lindos que tiene los malvones, las rosas rococó. Pero, todo sea por juntar unos manguitos y dejar de hablar de la pobreza, ¿vio?

Después todo va a ir como por un tubo. Primero habrá que comprar un alambre tejido para que no se vuelen los pollitos y enrejar todo el balcón, si no alcanza, no importa, usamos también el living del departamento dos ambientes;siempre decimos que cuando se fueron los hijos, nos quedó inmenso. Bueno que sirva para algo también, tanto que nos costó comprarlo. Después que no vaya a venir a protestar la del cuarto “B”, porque la voy a sacar carpiendo; se manda cada festichola, con cumbias a todo lo que da y nosotros calladitosla aguantamos, sin decir ni mú. El estúpido del octavo, que inundó todo el edificio porque no quería hacer arreglar la canilla del baño, tampoco va a protestar. Y la gorda del primero, que la pillé con el novio en el centro, sabe que si hablo, se le arma con el marido. Tres votos seguros tengo si los otros hacen lío con notas al consorcio.

¿Con doscientos pollitos alcanzará? Bueno, cuestión de preguntar dónde ir a comprarlos. Dicen que en 45 días, si les doy el alimento correcto y los tengo día y noche con luz, están listos para ser carneados, eso sí, deberán ser doble pechuga, quizás salgan un poco más caros, pero crecen rápido. Cuando los tenga, iré a visitar a la Elba, mi cuñada que vive Famaillá, que tiene gallinas, para que me enseñe a retorcerles el cogote, pelarlos, carnearlos, destriparlos, porque la verdad es que no tengo idea. No debe ser gran cosa, pero de todas maneras, nadie nace sabiendo, ¿no?

Dicen que el alimento junta bichos, pero no importa, tendré que poner las bolsas en el dormitorio; si no entran todas, haremos lugar en el placard o en la cocina. Ya estoy imaginándome otra discusión con la patrona. Pero, bueno, si quiere celeste, que mezcle blanco con azul, porque lo que es yo, me voy a concentrar en los pollos.

He leído en Feibu, no sé dónde, por cada quilo vivo hay que calcular cuatro de alimentos, pongalé que doscientos pollos comen cuatro quilos cada uno durante toda su vida, son cuatrocientos. Pero no tengo por qué almacenar la tonelada y media de maíces toda junta, podría ir comprando de a poco, si no, sabes qué, a esa altura la patrona me corre al diablo con criadero y todo.

Otra cosita. Parece que los menudos de los pollos no habían sabido ser solamente el hígado y la pancita, también tienen un montón de triperío y otras achuras innominadas. Debería comprar tachos de basura grandes, porque además hay que tirar la cabeza, que es la parte que tiene el pico, o sea; las patitas y las plumas. Esto se me hace que va a ser todo un tema, tengo que ir hablando con los changos del camión recolector de la Municipalidad y tirarles unos mangos por las dudas.

Hay que tener comederos y bebederos, por suerte ahora los hacen de plástico y son fáciles de llenar. Eso sí, como los bichos morfan a toda hora casi sin dormir, habrá que levantarse cada tanto, a la noche, a revisar para que no les falte nada y se concentren en yantar a toda hora, cosa de hacerme salir de la pobreza. Si se duerme alguno, ¿hay que tirarle agua para que se despierte y siga comiendo? Anotar para preguntarle a la Elba.

Según mis cálculos, a cada pollo tendría que sacarle, si lo vendo hoy, a precio del Mercado Centralde Buenos Aires, 90 pesos por quilo. Pongamos que cada uno pese dos quilos, son 180 pesos cada uno. Como tengo doscientos pollos, el cálculo es fácil. Si no se muere ninguno, cuando venda el último tendré 36.000 pesos en la mano. A eso hay que descontarle el precio de los pollitos, el alimento, el alambre, la electricidad, porque voy a pagar luz comercial, los bebederos y comederos. En fin.

Justo que estaba terminando esta nota, mi mujer me la espió por sobre el hombro. Diceque también tengo que calcular cuánto me costará el divorcio. “¡Eh, pero la Susana Giménez nos ha recomendado…!”, quiero tratar de convencerla. “Intentá traer un bichito vivo y vos, tu recomendación y la Susana, ¿sabes a dónde los voy a mandar?”, me corta ella.

Otra idea interesante sería plantar soja o algún otro yuyo en las macetas. Lo voy a pensar.

©Juan Manuel Aragón

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