14/01/2020

Opinión

Ahora nadie recibe billetes de 5 pesos

Hasta el 31 de enero seguirán boyando en el sistema comercial argentino, como meteoritos en el universo, sin destino ni comercio que los quiera. Escribe: Juan Manuel Aragón
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Ahora nadie recibe billetes de 5 pesos

Hasta hace pocos días, la gente cobraba el sueldo y cuando volvía a su casa, después de comprar dos quilos de papas y un paquete de arroz, se daba con que todo, pero tooodo el vuelto que le habían dado era en billetes de cinco pesos. Hoy, a más de quince días de que se termine el plazo para cambiarlos en el banco, nadie los recibe, son una peste peor que el chikinguña, una enfermedad con nombre en joda. Para muchos han pasado a ser más falsos que sonrisa de Mirtha Legrand. Si usted le dice al carnicero que debe recibirlos, porque es moneda argentina de curso legal, igual lo sacan carpiendo. “La gente no los quiere agarrar, pero me los encajan cada vez que puede”, se quejan los comerciantes.

La verdad es que quedan davueltando en la calle porque hay muy pocos negocios bancarizados. A pesar de los asaltos y de que tener el dinero en la casa es una medida por demás insegura, la gente prefiere correr el riesgo antes que entregarlos a los bancos. Hay memoria viva  de lo que sucedió hace menos de 20 años, cuando el Estado se apropió de los ahorros de muchísima gente. Literalmente, un gobierno los robó de los bancos. Después cuentan que no fue así, que en realidad se restringió la extracción de dinero en efectivo. Ahá, vení contame, dicen las viejitas  que  tenían en plazo fijo los ahorros del  seguro del marido finado, y las dejaron tipo Tarzán, en bolas y a los gritos, golpeando la puerta del banco en vano.

Hoy, miles de pequeños comerciantes, al terminar la jornada, chapan toda la guita que han hecho en el día, la envuelven en diarios, la  meten en un maletín y se la llevan a la casa. Además, ¿qué es más inseguro, hacer un depósito nocturno o tener la guita en la alacena, detrás de los jabones de la ropa?

Las cinco guitas siguen dando vueltas hasta que, de casualidad llegan a un negocio que sí  se arriesga a ponerla en un banco, un supermercado grande o a otro que la entrega al Estado todos los días, como la agencia de quiniela. En el banco también se cambian los cinco pesos, cómo no. Pero después de hacer una cola media hora o cuarenta y cinco minutos, cuando llegue a la caja para decir: “Aquí tengo cien pesos en billetes de cinco, quiero cambiarlos”, van  a dar la vuelta al mundo las carcajadas  y risotadas del cajero que le tocó, de los otros cajeros, del resto de la clientela, del policía que hace guardia, del lustrabotas de la puerta, del subgerente, del tesorero, del gerente, del chofer del gerente.

Capaz que lo pongan de ejemplo como el cliente tarúpido del mes.  Oiga, amigo, estamos en la Argentina. Si ha sido tan tonto de recibir un billete de cinco, trate de encajárselo a otro, ¡vamos!, salga a la calle,enfrente la realidad, hágase hombre. Ya sé  que todos ahí parecen buitres al  acecho, pero esto es la selva y tiene que elegir entre ser tigre o corzuela, ¿o no se ha dado cuenta todavía?

Lo más seguro es  que los billetes  de cinco pesos circularán en forma masiva hasta el 31 de enero a las 12 de la noche. Siempre habrá uno queriéndole encajarle el verde San Martín. Cual meteorito que va boyando  por el universo sin parar jamás, andará esa plata dando vueltas por los barrios. Si el 1 de febrero se ha quedado con un buen toco, guardelós, diga que son para coleccionarlos, porque  de aquí a 20 años valdrán mucho, como el austral o el peso ley, que se venden en los anticuarios, jejejé. Es mentira, pero preferible eso a pasar por un boludo atómico.

©Juan  Manuel Aragón

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