22/01/2020

Opinión

Visite los inexistentes túneles de Santiago del Estero

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24).
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Teatro 25 de Mayo de Santiago del Estero

Todavía hay gente grande en Santiago del Estero que tiene un mapa mental de los túneles que había en la ciudad. No pocos afirman haber caminado en ellos, algunos se acuerdan de los cruces que tenían con otros, todos tapados por la modernidad, por supuesto. Hay quienes recuerdan haber jugado en ellos de niños y dicen saber exactamente dónde empezaban y en qué lugares terminaban. Unos dicen que fueron construidos en tiempos de Felipe Ibarra para llevar de un lado a otros los prisioneros, otros sostienen que vienen de antes, del tiempo de los españoles, que los necesitaban para escapar de los malones de los indios o para que se comuniquen en secreto las autoridades civiles y religiosas de la época. La red de túneles tenía su punto de partida en San Francisco, de ahí iba a la Casa de Ibarra, actual teatro 25 de Mayo, pasaba luego por la casa de los Taboada, sus parientes, de ahí a la Catedral, pero una rama se desprendía hasta el Cabildo. Había otro cruce, que partía de la casa de los Taboada hasta la casona en que funcionaba primitivamente el Instituto Provincial de Obra Social del Empleado Provincial. Como se ve, los antiguos santiagueños eran maestros construyendo túneles. Unos capos, che.

Pero es mentira

Todo es una falacia que nadie es capaz de comprobar con una simple excavación o con documentos fehacientes. Para empezar, si fueron construidos en tiempos de la colonia, ¿cómo iban a saber que tenían que pasar por la casa de Ibarra, que fue electo gobernador, al menos diez años después de terminado el período colonial?, ¿adivinaban el futuro los gallegos o eran magos?

Tampoco hay documentos que avalen la existencia de los túneles o al menos como fue el proceso de construcción, qué métodos se usaron. Los túneles son de dos clases. O se hace una zanja en el suelo, se levantan paredes y techo y después se rellena todo o se cava bien profundo y se va por abajo. La primera opción es casi imposible por dos razones. La napa freática de la ciudad, que ahora está muy alta y en ese entonces, sin la Costanera ni el parque Aguirre, mucho más arriba todavía. Por otra parte, cada vez que había una crecida, el agua llegaba hasta la Catedral, un túnel tan largo habría llevado varios años, ¿cómo protegerlo de estos dos peligros y conservar su estabilidad? La segunda, meterse cavando bajo la tierra aún ahora es casi imposible con las máquinas y técnicas modernas, ¿cómo harían los españoles o los criollos para sortear semejante obstáculo?

Hay algo más. Túneles como los recuerdan los santiagueños deberían haber llevado varios años de construcción, con miles de indios trabajando todos los días, ¿y no ha quedado ningún registro, ningún papel antiguo que avale semejante tarea? Otra cosita, por lo que se sabe, a Santiago nunca llegó ningún malón de indios, la construcción de un túnel, “por las dudas”, es bastante improbable, teniendo en cuenta el caractercito que te lo tenían los españoles. Y si las autoridades querían mandarse mensajes en secreto, pues se los mandaban en secreto, vé po vos si iban a hacer semejante obra para enviarse papelitos.

A principios de la década del 80, la Municipalidad de la Capital empezó a reciclar la casa de los Taboada, un trabajo que quedó trunco con la llegada de la democracia. Bueno. En cada lugar que la gente señaló como entrada de un túnel, se cavó para averiguar si había algo. No se halló absolutamente nada. Ni rastro. El aljibe estaba cegado con arena, se la sacó toda y luego de cernirla, lo único que se encontró fue… una muñeca de plástico. También se hallaron huesos y se los mandó a analizar, pero eran de vaca, quizás producto de algún puchero que comieron los Taboada o sus descendientes, porque ahí vivió gente hasta muy entrada la década del 70.

Pero, ¿de dónde viene la leyenda de los inexistentes túneles de la capital de los santiagueños? Del teatro 25 de Mayo. Se trata de una construcción que data de principios del siglo pasado. Como se sabe, en ese entonces no había lo que hoy llaman “sistema de sonido”, por lo que debían tener acústica, es decir que la voz pelada llegara hasta la última grada del gallinero, allá en lo alto. Para que eso fuera posible, los hacían como un bombo, una caja de zapatos, abajo tenían que ser huecos. Para eso se les construía un sistema de túneles que sostenían la estructura. El de Santiago tenía además, debajo de las butacas, una gran pileta con agua, que lo haría más acústico todavía. Si alguien se detiene en la calle, frente al teatro, verá que empieza como a tres metros de altura, lo de abajo es hueco, son los túneles de los que hablan algunos. A partir de ese detalle arquitectónico se formó una leyenda que todavía hoy muchos repiten como una letanía.

Hay periodistas novatos que, para impresionar a sus jefes, se les da por reflotar la vieja leyenda, bajan a los supuestos túneles de los tiempos en que Felipe Ibarra llevaba ahí a sus prisioneros para torturarlos. Hacen una nota de color contando que llegaron hasta un punto desde el que no pudieron avanzar más, le dan de comer a la leyenda y siguen en lo suyo.

Si usted tiene un amigo santiagueño y le cuenta la leyenda, préstele atención, dígale que sí a todo y no lo contradiga. Algunos se enojan, patalean y gritan cuando se les pide aunque sea una mínima prueba de que hubo túneles. Su existencia es tan segura como la cueva de la Salamanca, a la que entran los que quieren destacarse en algún instrumento musical o en todos. Cuando venga por Santiago le contaremos qué artistas han tenido tratos con la Salamanca, pero es un secreto que revelamos solamente a los amigos.

©Juan Manuel Aragón

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