Opinión
El empoderamiento de la berenjena
“Al mundo le falta un tornillo” es un tango con música de José María Aguilar Porrás y letra de Enrique Cadícamo. Escrito en 1932, parece haber sido pensado para este tiempo. Como si no fueran lo suficientemente ridículos, ahora los veganos sacan a pasear sus plantas de lechuga para mostrar al mundo su rebeldía a la moda.
Está bien, la moda comenzó en Japón, pero no hay ninguna duda de que llegará a la Argentina más rápido que ligero. Dentro de unos días habrá paseadores lechugueros en las principales calles de Tucumán, Rosario de la Frontera, Santiago del Estero, Salta la linda o Trancas.
Lo peor es que dentro de poco estarán clamando por todos los canales de televisión, por la radio, por los diarios, que se mande a la cárcel a quienes digan que están locos o a los que opinen que la lechuga no puede ser una mascota. Pedirán que intervenga el Instituto Nacional contra la Discriminación y el Racismo, porque al verlos, más de uno se llevará el índice a la sien y lo moverá hacia un lado y otro, en la clásica señal de “estos se han vuelto rematadamente locos”.
No estamos en contra de que cada quien haga de su trasero un candelero y ponga la vela que quiera, lo que sí molesta es que luego nos obligarán a los demás a decirles “qué linda tu mascota” o “abrigá un poco el repollo morado porque está fresquito”. Y no habrá prostituta de la televisión que no chille porque “todos deben reconocer sus mascotas como tales y darles el asiento en el colectivo”.
Después vendrán las tiendas de ropa para mascotas veganas en las que se podrán adquirir cómodos carritos para sacar a pasear la plantita de perejil, agradables carteras para llevar a la plaza a tomar aire a los rabanitos o fantásticos collares para que sandías y melones se luzcan cuando salgan a hacer footing por las tardes. ¡Y guay con el que se atreva a sostener que esas son cosas de chicos ricos con sus problemas solucionados! Ahí nomás lo llevarán del forro del que te dije, al calabozo o peor todavía, será condenado a tomar clases sobre la igualdad entre las especies vegetales y el la sustentabilidad y sostenibilidad de la señora zanahoria.
En este mundo de locos, lo único que está faltando es que pronto sean prohibidos los insecticidas porque, al fin y al cabo matan cucarachas, mosquitos, arañas, moscas y hormigas, los animales más indefensos de la naturaleza, pobrecitos. Después vendrá que lo multen por rascarse la cabeza, porque molesta a los sacrosantos piojos, que también tienen derecho a vivir tranquilos.
Por suerte, algunos estamos viejos (acabados, achacados y chotos), si Dios quiere nos vamos a morir uno de estos días, sin ver cómo las nuevas generaciones empoderan a la berenjena, luchan por los derechos igualitarios de las mariposas, eligen de presidente al pichicho de la esquina y se casan con el ropero que les dejó la abuelita, con cura, monaguillo, bendición de los anillos y arroz a la salida del templo.
©Juan Manuel Aragón
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