13/02/2020

Opinión

Cuando gane el Telekino no cambie la patrona por la teñida de uñas largas

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Cuando gane el Telekino no cambie la patrona por la teñida de uñas largas

¿Alguien sabe por qué no se conocen muchos ganadores del Telekino o, ya que estamos, del Quini6, el Mono Bingo, el Loto, la quiniela, el Brinco? Llega el día del sorteo, el espíquer de la tele anuncia que son tantos ganadores, de tal lado y después nadie sabe quiénes eran ni se les conocen las caras, las señas particulares, nada. Se esfuman, se hacen aire.

Existe la leyenda, bastante probable en un país como la Argentina, que sostiene que cuando uno gana en estos juegos, entre impuestos y otros chiches, le sacan más o menos el 30 por ciento del premio. Usted va a la casa central de las apuestas con su boletita ganadora, ¿no?, y en la puerta lo para un ñato. ¿A qué viene? A cobrar mi premio, le responde mientras le muestra el papel con los números. Muy bien, póngase aquí al costado que ya lo van a atender. Entonces se aparece un tipo que ofrece comprarle el billete sin el descuento que le hará la Caja Popular, o como se llame la institución dueña del juego. Puede hacer dos cosas, o chapa la guita que le da el comprador  mágico o cobra por ventanilla, de todas maneras es una guasada de plata. Después se va a su casa a festejar porque es millonario.

En una de esas conoce al periodista de un diario o es conocido de uno que tiene un amigo que labura en la radio o sabe el número del noticiario de la tele. ¿Le va a contar que el ganador que todos esperan conocer es usted?, ¿sí? Entonces, perdone que se lo diga así, directamente y en la perra cara, usted es un estúpido. Al día siguiente tendrá a toda sus parientes y los de su mujer, pidiéndole plata para solucionar un problema urgente o con un enfermo terminal que necesita remedios carísimos, por detrás vendrán los amigos de toda la vida y atrás de ellos, personas muy bien intencionadas, que tienen una idea magnífica de un negocio y lo único que les hace falta es el financista.

No se olvide de los muchachos del laburo, que aprovecharán para hacerse invitar a un regio asado bien regado con vinos finos, champú francés, ensalada de hongos chilenos aderezada con aceite de oliva griego, postres que no han comido en la vida, pongalé profiteroles.Y al final llegarán las putas más caras de la ciudad, una para cada invitado. Todo garpado por usted, obvio.

Luego no olvide contratar un grupo paramilitar de elite para que proteja su vida y la de sus hijos, porque seguramente habrá varios que lo querrán secuestrar para cobrar el rescate. Cambie de casa, porque cada vez que salga habrá alguien que casualmente pasaba por la puerta y querrá sacarle plata con cualquier excusa. Si puede, hágase una cirugía estética para que no lo reconozcan en la calle y polarice los vidrios de su auto blindado para que nadie sepa que ahí va usted. Pero siempre habrá un talibán rematadamente loco,  capaz que encajarle un bazucazo, sólo porque odia a los ricos.

Por eso, si llega a ganar cualquier premio, aunque le pegue a la cabeza de la quiniela con una apuesta de 20 pesos, lo más  inteligente es quedarse en el molde, ¡chitún boca!

¿Qué haría yo, pregunta? Una vez cobrada la guita, la meto en un banco a plazo fijo por un mes. Me guardo un poquito para darme pequeños gustos con la familia. La única que va a saber es la patrona, después ni a los hijos les cuento, porque se les va a escapar. Pongalé que gano unos 35 millones de pesos en la mano. Bueno, saco 50 mil para pagar las cuentas, comprar los útiles para la escuela de los chicos, ahora que están por empezar las clases. Salgo a cenar con la familia a un lugar más o menos, no a la pizzería rasca de siempre, pero tampoco un lugar súper de luxe. Y pienso, con tranquilidad, que puedo hacer con el resto del guillo. Ni en pedo dejo el laburo, eso despertaría sospechas entre los allegados que, lo menos que preguntarán es “¿ahora a qué te vas a dedicar?”.

Después si estoy alquilando, busco comprarme una casa ni muy muy ni tan tan y veo  de  cambiar la Honda 125 modelo 2005 o la bicicleta por un auto que tampoco sea de los más ostentosos. Todo tranqui, tomándome mi tiempo, sin hacer alharaca ni mucha bambolla. Si preguntan los parientes, les digo algo como “por algo laburé toda mi vida”, o “son los ahorros que hacía mi mujer”. Y después si quieren creer que ando en algo raro, qué me importa.

Queda el toco grande.

El drama de tener plata de golpe es que uno cree que sabe hacer negocios y la verdad es que no tiene ni remota idea porque toda su vida subsistió con un sueldito. La plata en plazo fijo en cualquier barquinazo del país es menos que papel pintado así que algo hay que hacer con ella. Agarraría el grueso de la guita y lo iría gastando en propiedades, me compro casas o departamentos, pero no en mi ciudad sino en otra. Si vivo en Tucumán, que sea en Santiago o Salta, si vivo en Santiago rumbeo para Tucumán o Córdoba. ¿Por  qué?, bueno ahí nadie me juna. Yo sé que los agentes inmobiliarios son discretos, pero en mi ciudad siempre me voy a topar con un amigo justo en la puerta de “Ruiz&Ruiz—Casas&Deptos”  y despertaré sospechas. Cada propiedad que compre, será en una inmobiliaria distinta, pichuleando hasta el último centavo, por supuesto.

Treinta y cinco millones de pesos, a tres palos por propiedad  que me compre, descontada la mía, el auto y el lavavajillas, alcanzará para diez casas. Si las alquilo a 10 mil pesos cada una, son cien mil al mes. Descontados  los gastos, pongalé que me quedan 90 lucas: para mí, que vivía con menos de la mitad, es más que suficiente, ¿sabe qué?, tiro cohetes.

Seguiré teniendo mi laburo y me daré ciertos gustitos que antes no me daba, como vacaciones en Mar del Plata en el verano, todos los chiches en la casa, gran asador, quincho y pileta para recibir a los amigos, algún fin de semana en Las Termas o Tafí del Valle. No mucho.

Y un detallecito no menor. No cambiaré la patrona por nada del mundo. Es el peor error. Los que ganaron una fortuna en el juego y se metieron con una teñida de uñas larguísimas, nalgas rebosantes y pestañas lánguidas, terminaron perdiendo como en la guerra. No me pregunte por qué, pero acabaron pobres como una rata, volviendo a  la casa  al cabo de seis meses, sin un puto mango en el bolsillo.

Nunca se olvide de que si gana el Telekino, no será un millonario, sino apenas un pobre con plata, que es distinto, aunque no parezca.

©Juan Manuel  Aragón

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