28/02/2020

Opinión

A la conquista del trono del Virreinato del Perú

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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A la conquista del trono del Virreinato del Perú

A veces los muchachos se ponen a delirar con que no estaría mal echarse al monte, escopeta al hombro y pan con una lata de picadillo en un bolsito. Los imaginoen las casas de los campesinos descolgando gallinas de los paraísos para comer al día siguiente. No sé cuántos de los camaradas que dicen estar dispuestos a velar una noche con la sola compañía de su arma, y las estrellas de testigos, saben pelar una gallina y que al menos hay que echarle agua hirviendo para ablandarle las plumas, previo retorcerle el pescuezo, toda una ciencia, oiga. Para lo cual hay que tener ollas y de dónde sacar agua, algo que en Santiago escasea sobremanera. Uno tiene que llevar las carpas, ahora vienen unas muy livianas, póngale que pesan cuatro, cinco quilos, luego de un día de cargarlas, cuénteme que no siente nada, que no le duele hasta el  occipucio.

Después, para hacer la revolución hay que convencer a la gente que se irá topando en el camino, contarle de qué va la cosa. Porque los muchachos no quieren la Argentina de hace 30 ó 40 años ni volver al peronismo ni macanitas por el estilo, pretenden la restauración del Virreinato del Perú, carajo. Uno de ellos va a ser el Virrey y la capital va a ser Lima, luego de liberar a los pueblos de la Argentina, Chile, Bolivia y Perú, por un lado. Ecuador, Venezuela y Colombia, en duda y Brasil descartado, por ahora.

No hay que olvidarse del repelente para mosquitos, porque son como los parientes, uno los quiere matar y no puede. Y fósforos para hacer fuego porque eso de frotar maderitas será muy de boy scout, pero ya saben que van a estar un día entero sin sacar una puta chispa. Y gorra, porque en cualquier tiempo del año el sol pega durísimo.

Un grupo tendrá que encargarse de robar gallinas en un lugar, mientras el resto va a otro pueblo a hacer proselitismo. Las dos cosas no se pueden en el mismo sitio, los van a cagar a pedos. Antes hay que ponerse de acuerdo para redactar los panfletos que se irán dejando en cada lugar. Y alguien deberá encargarse de llevar esos papeles, pongamos que son cuatro o cinco kilos más. Ya se adelantó que la del Virreinato del Perú es seguro que va a ser la misión más votada. Entre restaurar la Argentina de Juan Manuel de  Rosas o volver con toda la pompa al Sacro Imperio Romano Germánico, vendría a ser una posición intermedia -ecléctica, digamos- que conformará a todos, ni tan tan ni muy muy, ¿vio?

Urgente, antes de salir, mandar a todos la orden de que hay que ir de borceguíes, nada de zapatillas y mucho menos alpargatas, si vamos a hacer las cosas, hacerlas bien, como se debe. Y digamos, dos mudas de medias y otras tantas de lienzos que lavarán en los ríos y arroyos que vayan encontrando. Colgarán la ropa de las ramas de los árboles, como los indios. Anotar, jabón en polvo en cantidad suficiente, porque no es cuestión de pasarse toda la tarde refregando, serán revolucionarios, no lavanderas. Del cepillo de dientes, dentífrico, peine, desodorante, máquina de afeitar, brocha, champú y crema enjuague ni hablar, que cada uno cargue el suyo, qué tanto y el que se olvidó que se joda por pelotudo. Cuidado con las yararás. Tiene que haber un encargado de las ollas y sartenes, que vaya adelante, arme campamento y espere a los camaradas con la comida lista. El  ladrón de gallinas tiene que ser el que las mate, las pele y las ponga a guisar, porque si no serán dos hombres desperdiciados en cuestiones menores. De
paso que hurte aceite, arroz, fideo, azúcar, yerba, saquitos de té, café instantáneo, cebolla, pimiento, tomates, calditos en cubos y queso de rallar, por supuesto, porque algunos no te lo comen los tallarines si no le echan una buena cantidad.

Los que quieran llevar telefonito, que lo hagan, total al segundo día se quedan sin carga y ya no les va a servir. Además, si van a hacer la revolución es porque están en contra de esos artilugios modernos inventados por el capitalismo, que carcomen la mente de los argentinos de bien. Si alguno tiene una guitarra y sabe cantar, que la lleve para alegrar las noches con canciones al borde del fogón. Pero nada de guarachas ni rock, solamente marchas militares, empezando por el “Cara al sol” y “Montañas nevadas”, tan bonitas que te lo son. La marcha de San Lorenzo también. El Himno Nacional no, es medio maricón, muy lento.

Hay que cargar ropa de cama abrigada, acolchados y almohadas mullidas, porque serán varios días, por ahí hace frío y no es cuestión de andar mal dormidos o que les agarre tortícolis por acostarse en mala posición. No olvidar al menos dos mudas de sábana por cabeza. Si la mujer de alguno quiere ser de la partida, vendría muy bien para ocuparse de esos menesteres.

En una primera etapa  la idea es ir por la orilla de la ruta 9, cruzar Santiago, Tucumán, Salta, Jujuy y llegar a Bolivia. De ahí seguir subiendo hasta el Perú. Los más pesimistas calculan que llevará más o menos dos meses arribar a algún punto fronterizo peruano. A esa altura es posible que ya sean varios miles los que los acompañen en la patriada. Cabe la posibilidad  de que sigan siendo la media docena que salieron de Santiago, si es que ninguno se manda a mudar antes, pero es algo que no hará nadie porque un nacionalista no abandona la empresa ni ebrio ni dormido. A 50 quilómetros de caminata por día, sin calentarse mucho, en dos semanas estarían cruzando la frontera con Bolivia. Ahí habría que tener mucho cuidado con la comida que les den los campesinos bolivianos, porque le ponen mucho ají picante a todo. Tienen uno que es la reputa madre que lo re mil re parió y te quedas corto. Ojo al charqui. No olvidarse de llevar algún panfleto que hable de la unidad entre pueblos americanos y eso, porque suelen ser quisquillosos. Recordar que al Che Guevara—que no es santo ni de la devoción nacionalista— no le dieron bola así que, mucho cuidado con confiarse. Si alguno es asmático, que lleve el “paf” para darse un saque cuando le venga el ataque.

Una vez en Bolivia la duda es si andar por los poblados o esconderse en el bosque y salir a robar gallinas como en Santiago. ¿Criarán muchas gallinas los bolivianos o tendrán otra ave a mano, como lechones  y cabritos? Los peruanos comen coy, así que no vendría mal que aquicito nomás maten algunos y los vayan probando, cosa de ir aclimatándose. Hay que esquivar los cerros, por dos razones, la primera es el apunamiento, los santiagueños no estamos acostumbrados a esa falta de oxígeno, en la altura los balines no doblan y la segunda es el vértigo: a quichicientos metros de altura se van a caer al diablo mucho antes de llegar cualquier parte. Mejor por la selva. Cuidado con los yacarés.

Bueno, una vez en Lima, cuando todo el mundo ya esté anoticiado de la llegada de los revolucionarios, hay que organizar la ceremonia de asunción al trono. Por lo pronto hay dos anotados, Ojalá que no se saquen los ojos para ver a cuál le corresponde el honor, ojo con enredarse en estériles luchas intestinas, Es un momento en el que necesitarán de mucha grandeza, como nuestro San Martín con Simón Bolívar, que le cedió la gloria a cambio del retiro voluntario.

¿Yo, pregunta? Me quedo en Santiago, no gracias, no es para mí semejante trajín. Además me tienen por heterodoxo (signifique lo que significare esa palabra). He escrito para diarios liberales, tengo amigos socialistas, en mi biblioteca figura “El Capital”, de Carlos Marx, en una palabra, no soy confiable. La verdad es que sí me invitaron, pero no voy por una sencilla razón, para largarse al monte hay que hacer enormes sacrificios, pero sin bidet, qué quiere que le diga, no hay caso, no funciono. Ni yo confiaría en uno que use ese aparato, qué quiere que le diga, camarada.

©Juan Manuel Aragón

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