Opinión
Por qué hay gente que compra lo que no tiene que comprar
Ustedes también critican que en el barrio somos pobres pero tenemos equipos de música último modelo, casi que escupe, como acusándome más que asegurando. Ahá, le digo, aunque no me hago cargo del “ustedes”, pero podríamos discutirlo otro día. Lo que pasa es que tenemos una distinta percepción de lo que dura la vida, señala. ¿Cómo es eso?, ¿ahora me vas a decir que en los barrios el reloj corre a distinta velocidad que en el centro? Justito, es así, exactamente, me da la razón.
Explicame porque no entiendo nada. Bueno, ustedes nacen en la clase media, que es la más miedosa de todas. No es tan así, le retruco y le estoy por explicar lo que dice Aristóteles sobre el asunto, pero después pienso que no vale la pena. Creen que van a vivir para siempre, pero para eso hay que cuidarse, no cualquiera va a ser eterno en este mundo. Poner más cuidados no significa creernos inmortales. Te lo muestro de otra forma: nosotros nos jugamos la vida en una pelea callejera, sabemos que en cualquier momento nos podemos mandar a mudar a la finca del Ñato sólo porque nos dio una bala perdida de un enfrentamiento cualquiera en la esquina de casa, calcula José Félix mientras me mira fijo.
¿Eso qué tiene que ver?, le pregunto medio picado. Que sabemos que nos vamos a morir y no nos importa. Vuelvo a lo mismo, ¿eso qué me demuestra? Vos, cuando consigues un trabajo más o menos, empiezas a pensar en la casa propia, en casarte, tener tu jardín prolijo al frente, mandar a tus chicos a la escuela y, si es posible, que algún día lleguen a presidentes de la Nación o al menos a gerentes de la Cocacola. Claro, lógico, ¿qué tiene de malo? Nada, sólo que nosotros nunca hemos tenido esos sueños.
La televisión, los vecinos y ustedes mismos nos han hecho envidiar el aparato de música, la moto, el televisor grande, el asado, el baile, el chupi. ¿Entonces? Entonces cuando conseguimos un trabajo igual al tuyo, lo que hacemos es comprarnos esas cosas, a como dé lugar. Vos quieres decir que… No quiero decir nada, te lo digo, interrumpe: cuando vos consigues un laburo primero compras una radio chiquita, después una más grande y así hasta tener la que quieres, porque sabes que si te portas bien —y te vas a portar bien— algún día vas a tener todo lo que quieres. ¿Ustedes no? No, papito, preferimos vivir al día: nos endeudamos hasta los ojos para conseguir el televisor inmenso, el celular más moderno, la moto más grande.
Ya sé lo que piensas, que ustedes satisfacen sus necesidades al instante, mientras que yo postergo mi bienestar para conseguirlo de una manera sólida. Eso es. ¿Pero te parece bien? No, pero es como se dan las cosas. Vuelvo a lo mismo, nos falta educación, hemos sido criados en ambientes rudos, con trabajos durísimos, sufrimos castigos físicos terribles cuando somos chicos y cuando la suerte nos abre sus puertas con un sueldo decente, lo gastamos en los lujos más extravagantes, que no son el viaje a Europa ni comprarnos la enciclopedia de la Espasa, sino ponernos hasta el aca con cerveza o vino en cajita. Nosotros no nos damos esos lujos. Ya lo sé, pero si perseveran, saben que van a tener una linda casa, un auto, vacaciones en Mar del Plata y, si se sacrifican comiendo arroz y fideo todo un año, van a viajar a Europa, a nosotros nos resbalan esas cosas. ¿Por qué?, es tan lindo viajar. Sí, pero es otro tema. Andá a escribir lo que hemos conversado hoy y otro día seguimos hablando de otras cosas.
Por la calle pasa uno en bicicleta. ¡Chipacooo…!, ¡chipacooo…!, vocea. Dentro de un rato será hora i mate.
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