02/04/2020

Opinión

Dónde queda la línea de meta de la que hablaba Martin Heidegger

Escribe Juan Manuel Aragón - (Especial para El Diario 24)
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Dónde queda la línea de meta de la que hablaba Martin Heidegger

Mira que te mira Dios, // mira que te está mirando. // Mira que vas a morir, // mira que no sabes cuándo”, decía la coplita anónima que cantaban los abuelos. Dentro de cien años es probable que no quede vivo ninguno de los que leen esta página, para contarla. Este conocimiento, que era común para los antiguos, hoy se trata de olvidar a cada paso. Hay como un olvido de que, como decía Martin Heidegger el hombre no es alguien que muere, sino que en sí mismo es un ser-para-la-muerte. Quiso transmitir que la muerte, más que una situación al final de la vida, es una línea de meta a la que estamos abocados.

Carlos Esteban, recuerda en una nota publicada hace unos días que “para el cristiano es un punto fundamental, y pocos actos de caridad puede haber tan evidentemente esenciales como recordar que no estamos aquí para simiente de rábanos, sino para vivir eternamente junto a Dios una eternidad de dicha inefable o apartados de Él una eternidad de dolor, en ese infierno que es la realidad teológica más citada por Nuestro Señor”.

Viene a cuento de la pandemia que vivimos, cuando muchos y con razón, nos aferramos a la vida con desesperación, ¿quién se acuerda de los que van a morir infectados?, ¿es que los avances de la medicina han hecho olvidar que,según las estadísticas todos vamos a morir algún día?, ¿los fallecidos, incluso los de la familia, pasarán a ser solamente un número de la estadística?

Los católicos sobre todo, en los tiempos antiguos sabíamos que debíamos vivir cada día, preparados como si fuera el último, porque de verdad podía serlo. Jesús nos advertía: “Él vendrá como un ladrón en la noche”.

Después, con la modernidad, el asunto se fue arrinconando: hay que hablar de ella como si fuera un secreto vergonzante y de mal gusto. Gracias a los adelantos de la ciencianos morimos igual, aunque sea algo más tarde y disimulemos el hecho —va de nuevo— de que todos vamos a terminar.

Más allá de rezar para que el coronavirus deje de hacer daño, alguna otra clave deberían entregar los pastores a sus fieles. Más allá de que muchos sacerdotes se pusieron a la grey sobre los hombros para consuelo de estos momentos, no se ha visto, al menos en Santiago y Tucumán, que sus obispos hayan subido al púlpito para indicarnos cómo deberíamos pensar en el Cielo o por qué no pensar en que María es el camino más rápido, más seguro y más eficaz hacia Jesús y hacia el Cielo.

Si zafamos de esta, para la próxima va a servirnos.

©Juan Manuel Aragón                   

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